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Poemas de Amelia Biagioni

 
Poemas de Amelia Biagioni

27.03.2014 12:11 |  de... Poemas  | 

Oh infierno,
te agradezco
la causa perdida,
la tiniebla entre los dientes,
las manos de humo
y esa espalda acosándome.
Te agradezco
el crepúsculo de piedra que no cesa.
Te agradezco
que existas cuando respiro.
Porque eres el recinto
donde encuentro,
retenidos por el ojo y el fuego,
los nombres y las formas
de la dicha.

YO ME RESISTO
Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.
Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.
Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.
Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa, cantando entre ausentes.

CADA DÍA, CADA NOCHE
Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
y la culpa
total, indescifrable,
entera, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.

POST MORTEM
Me miran con fijeza ya desierta
mis ojos, desde el cuerpo casi frío.
Acaba de arrojarme el pecho mío
cerrándose después como una puerta.
Sin embargo estoy viva, más despierta
que un filo, sin error, sin desvarío.
Qué espantoso llegar a este sombrío
descubrimiento. He muerto y no estoy muerta.
Quiero llorar con llanto y ya no puedo.
Lo que dudé era cierto: Estoy probando
que se acaba la sangre y no la vida.
Nunca podré morirme. Tengo miedo.
¿Quién con eternidad me está nombrando
e infinito se acerca? Estoy perdida.

BAILE
Es el ahora circular,
giramos,
es la reunión sin tú ni yo,
creciendo.
En el centro infinito
de un jardín que se sueña
crecemos girando,
y una flor vertiginosa
abre su pulpa, su fulgor, su aliento,
su locura perfecta,
su baile,
entre las otras ardientes azucenas
cuyo número
ni el mito ni la música
han podido nombrar.
Somos un nuevo sol
con su corola de vaivenes,
con sus planetas delirantes,
ebrios de ciclos y noches de amor,
en esta temporada de universo.

LLUVIA
Llueve porque te nombro y estoy triste,
porque ando tu silencio recorriendo,
y porque tanto mi esperanza insiste,
que deshojada en agua voy muriendo.
La lluvia es mi llamado que persiste
y que afuera te aguarda, padeciendo,
mientras por un camino que no existe
como una despedida estás viniendo.
La lluvia, fiel lamido, va a tu encuentro.
La lluvia, perro gris que reconoce
tu balada; la lluvia, mi recuerdo.
Iré a estrechar tu ausencia lluvia adentro,
a recibir tu olvido en largo roce:
Que mi sangre no sepa que te pierdo.

LA VENTANA

Una ventana y nada más quisiera,
un fervoroso prólogo del vuelo,
que me instara a subir, con el modelo
de lo que se remonta en primavera.
Me bastaría sólo esa ligera
interrupción de muro y desconsuelo
para desvanecerme por el cielo
clara, sonora, libre, verdadera.
De tanto que la sueño, una mañana
encontraré en mi cuarto a la ventana
llamándome con luminoso grito.
Desde que se abra, viviré de suerte
que me sorprenda el plomo de la muerte
volando en mi retazo infinito.

CAVANTE, ANDANTE
A veces
soy la sedentaria.
Arqueóloga en mí hundiéndome,
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.
Mientras me desentierro y me descifro
Y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.
Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.
Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.
Y a extremas veces
mientras sobrecavándome
descubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,
soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.

ACORDE
OH infierno
te agradezco
la causa perdida
la tiniebla entre los dientes
las manos de humo
y esa espalda acosándome.
Te agradezco
el crepúsculo de piedra que no cesa.
Te agradezco
que existas cuando respiro.
Porque eres el recinto
donde encuentro,
retenidos por el ojo y el fuego
los nombres y las formas
de la dicha.
Oh cielo
te he buscado sin tregua sin miedo,
te he perseguido sin piedad,
universo tras universo
hasta en la piedra virgen,
en el feliz cuchillo
y en el cuervo azul
y al fin te hallé
aquí, en el pecho del vacío.
Eres la palabra asombrosa
la que solo yo escucho
y nada más me deja oir,
la que suena y suena, y suena
y no fué ni será pronunciada.

OH TENEBROSA FULGURANTE
Oh tenebrosa fulgurante, impía
que reinas entre cábala y quimera
Oh dura poesía
que hiciste mi imprevista calavera.

Por qué me diste huesos
sí yo era, entre lenguas, "la que nombra
muriendo transparente", y entre besos,
"llovizna", desde el beso hasta la sombra;

Sí yo era la pálida costumbre
de cruzar el otoño trashumante,
mientras tú suavemente, ave de lumbre
alta volabas y constante.

Por qué bajaste oscura. Mis despojos
creas, desencadenas mi esqueleto.
Devoraste mis párpados, mis ojos
mi corazón secreto.

Oh sacrílega maga que ceñiste
la gracia en hambre, alazo, pico y garra
por qué en tu salamandra convertiste
a mi tristísima cigarra.

Por qué. Pero me ofrezco y apaciento
mis huesos, y mi cara se acostumbra
a ser tan sólo profecía y viento
Come, cuerva. Y relumbra.

Amelia Biagioni nació en 1916 la provincia de Santa Fe y falleció en Buenos Aires en el año 2000.
Se recibió de profesora en Letras en Rosario, y fue docente en la secundaria. Su primer libro, "Sonata de soledad", a los 38 años, a instancias de José Pedroni. Con ese libro obtuvo una faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores y se mudo a Buenos Aires, donde tuvo cátedras.
En 1957 su segundo libro "La llave", luego "El humo" (1967), "Las cacerías" (1976), "Estaciones de Van Gogh" (1984) y "Región de fugas" (1995).
Recibió muchos premios y distinciones.
 
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