

Por Roberto Goijman
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Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1953. A los 21 años aparece en las listas de la “Triple A” y pasa a la clandestinidad. Se exilia en 1976 perseguido por la Dictadura Militar.
Organizador de Encuentros literarios, difusor de la Poesía Patagónica. En 1997fue destacado por la provincia del Chubut por enriquecer a las Letras Chubutenses. Director de Ediciones Patagonia.
Desde el germen de la muerte, la poesía

04.08.2014 04:58 | Goijman Roberto |
Cómo la conquista española pudo dominar toda una región con apenas quinientos hombres, siempre fue mi intriga, si bien es cierto que en México pesaron primero las creencias y posteriormente el sentir de la espada y de la convención, sumado a ello el odio entre pueblos de una misma cultura. Las guerras. Luego el saqueo. La ruta del imperio Azteca y del Inca. El aniquilamiento masivo y sin piedad, generar terror y así imponer la humanidad del criterio de ese otro viejo continente, occidental y cristiano, donde las turbas obligaban a las miles de familias judías, a cambio de la muerte, pasarse al cristianismo. Época donde se quemaba vivo a todo disidente, donde la acusación de bruja a mujer alguna, significaba la hoguera. Fue la Era de la inquisición, desde allí provino la conquista.
El poeta y amigo, Jorge Quintanar, antes de mi regreso a esta Buenos Aires invernal, luego de una larga gira por México, que incluyo conferencias y lecturas poéticas, me obsequio el libro “Visión de los vencidos” Relaciones indígenas de la Conquista (1989 - UNAM). Me dijo: “Para que entiendas un poco más de nuestra historia”.
Giuseppe Ungaretti, desde el campo de batalla, desde una mugrienta trinchera, escribe en plena primera guerra mundial: “Toda una noche/ echado junto/ a un compañero/ masacrado/ con su boca/ rechinando/ vuelta al plenilunio/ con la congestión/ de sus manos/ penetrando en mi silencio/ he escrito/ cartas de amor/ Nunca estuve/ tan/ apegado a la vida”.
Lunes por la noche, el canal TN transmite en directo el bombardeo a Gaza. Apago el televisor. ¿Cuál es la responsabilidad, el interés de filmar en directo la destrucción y la muerte? ¿Cuál es la diferencia entre el sadismo televisivo y el de la audiencia? Si se critica el hecho repugnante de aquellos que festejan el bombardeo. ¿No cabe la complicidad sádica televisiva y popular? Allí, la muerte se festeja, acá se deleita en magnitud catastrófica.
Paul Celan, desde el vientre pleno del holocausto, escribía: “Negra leche del alba la bebemos al atardecer/ la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche/ bebemos y bebemos/ cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él/ … Negra leche del alba te bebemos de noche/ te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de Alemania/ te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos/ la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules/ te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere/ ...”
Me duele mi historia, mi pasado, este presente. Anoche no pude festejar! No soy cómplice. Escribía el 10 de julio en mi muro de Facebook. En esos días de júbilo, no importaban las primeras bombas, ni sus víctimas; era pleno festejo del mundial, y de a poco, con la tranquilidad de la pelota ya ida, con los colores albicelestes guardados, la cruel realidad de ese distante Medio Oriente, hizo tomar conciencia. Ya no conmueve a ese otro pueblo, o a sus responsables, si la muerte es blanca o negra. Si es de niños o mujeres y hombres desarmados, apenas cómplices de la pobreza, de las persecuciones, de sus legítimos derechos; y no, de ese otro mundo llamado Wall Street. Allí en esas calles se mueve la economía del mundo, se apuesta a las pruebas nucleares y al negocio de las armas. Gaza, es una ensayo más a la inmunidad de las altas y frondosas Cabezas de ojiva, responsables sólo en su simple explosión.
“Escribir un poema después de Auschwitz es bárbaro”, o mejor dicho, no se puede escribir más poesía después del holocausto; decía Theodor Adorno. ¿Es así?
“Oh, este dolor,/ este dolor de no tener ya lágrimas;/ este dolor/ de no tener ya el llanto/ para regar el polvo./ ¡Oh, este llanto de España,/ que ya no es más que arruga y sequedad…” palabras de León Felipe en el poema El Hacha y dedicado: a los caballeros del hacha, a los cruzados del rencor y del polvo; y a todos los españoles del mundo.
Es que la poesía no sólo refleja únicamente el amor, la humillación del alma y de los pueblos queda impregnada en las letras de nuestra historia. Quién más que el poeta, en la magnitud del sufrimiento humano para reflejar esta humanidad decadente, de sus guerras, de sus violaciones, de su universalización económica donde se instaura la moral del dinero. Grandes poetas fueron fruto de su época, vivaron a la revolución o al levantamiento de sus pueblos contra el colonizador, allí, el más grande, José Martí, dejo su vida.
“En este tiempo fue cuando dio órdenes “El sol” (Alvarado): ya está atado Tlacochcálcatl preso Motecuhzoma y el de Tlatelolco, Itzcohuatzin. Fue cuando ahorcaron al principal de Acolhuacan junto a la albarrada. En segundo lugar, murió el rey de Nauhtla. Lo asaetearon, y después vivo aún, fue quemado. Con este motivo estaban en guardia los tenochcas de la Puerta del Águila. Por otro lado, el garitón de los tlatelolcas. Luego ya cantan sus cantos los mexicanos. Al segundo día: comenzaron a cantar y fue cuando murieron tenochcas y tlatelolcas. Los que estaban cantando y danzando estaban totalmente desarmados. Todo lo que tenían eran sus mantillos labrados, sus turquesas, sus bezotes, sus collares, sus penachos de pluma de garza, sus dijes de pata de ciervo. Y los que tañen el atabal, los viejecitos, tienen sus calabazos de tabaco hecho polvo para aspirarlo, sus sonajas.
A estos (los españoles) primeramente les dieron empellones, los golpearon en las manos, les dieron bofetadas en la cara, y luego fue la matanza general de todos estos. Los que estaban cantando y los que estaban mirando junto a ellos, murieron. Nos dieron empellones, nos maltrataron por tres horas. En donde mataron a la gente fue en el Patio Sagrado. Luego se meten dentro de las casas (del templo) para matar a todos: a los que acarreaban el agua, a los que traían la pastura de los caballos, a las que molían, a los que barrían, a los que estaban de vigilancia.” Traducido del náhuatl: La matanza del Templo Mayor en la fiesta de Tóxcatl. -Visión de los vencidos.
Al costado de la gran Catedral sobresale el Templo Mayor de los Aztecas. A pesar del tiempo transcurrido, aun muestra sus cimientos, sus columnas. ¿Qué pasaría si México se levanta y reclama por sus derechos históricos, por el recupero de las viejas pirámides que aún subsisten por debajo de las monumentales iglesias, o reclama su oro, el mismo que se exhibe y forma parte de la gran Catedral?
Si los colonos ortodoxos israelíes reclaman el derecho de la tierra por divino mandato, los pueblos de nuestro continente tienen el derecho universal de reclamar y pelear por la devolución de las mismas. Nuestro continente fue saqueado, pero su arte, sus códices, su historia, ha logrado permanecer en pie. Las culturas milenarias y avanzadas que occidente tildo de bárbaras, se mantienen, como se mantiene intacto el recuerdo del genocidio de la espada y de la cruz.
No hay diferencias en los métodos ni en la crueldad sanguinaria cuando se desea conquistar un pueblo, españoles, turcos, alemanes, ingleses, o las actuales guerras, no difieren en mucho de estos relatos.
A pesar de la negación de Theodor Adorno, la poesía broto en aquellos tiempos como Cantos tristes. Es que la historia siempre va a ser contada por los poetas, desde la alegría o el martirio, desde su lugar de origen o desde el exilio a que nos forzó Platón desde la creación de su afamada “Republica”. Valga una muestra, este canto que data de 1521. “Los últimos días del sitio de Tenochtitlan”
“Y todo esto paso con nosotros./ Nosotros lo vimos/ nosotros lo admiramos./ Con esta lamentosa y triste suerte/ nos vimos angustiados./ En los caminos yacen dardos rotos/ los cabellos están esparcidos./ Destechadas están las casas/ enrojecidos tienen sus muros./ Gusanos pululan por calles y plazas/ y en las paredes están salpicados los sesos./ Rojas están las aguas, están como teñidas/ y cuando las bebimos/ es como si bebiéramos agua de salitre./ Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe/ y era nuestra herencia una red de agujeros./ Con los escudos fue su resguardo, pero/ ni con escudos puede ser sostenida su soledad”.
El poeta y amigo, Jorge Quintanar, antes de mi regreso a esta Buenos Aires invernal, luego de una larga gira por México, que incluyo conferencias y lecturas poéticas, me obsequio el libro “Visión de los vencidos” Relaciones indígenas de la Conquista (1989 - UNAM). Me dijo: “Para que entiendas un poco más de nuestra historia”.
Giuseppe Ungaretti, desde el campo de batalla, desde una mugrienta trinchera, escribe en plena primera guerra mundial: “Toda una noche/ echado junto/ a un compañero/ masacrado/ con su boca/ rechinando/ vuelta al plenilunio/ con la congestión/ de sus manos/ penetrando en mi silencio/ he escrito/ cartas de amor/ Nunca estuve/ tan/ apegado a la vida”.
Lunes por la noche, el canal TN transmite en directo el bombardeo a Gaza. Apago el televisor. ¿Cuál es la responsabilidad, el interés de filmar en directo la destrucción y la muerte? ¿Cuál es la diferencia entre el sadismo televisivo y el de la audiencia? Si se critica el hecho repugnante de aquellos que festejan el bombardeo. ¿No cabe la complicidad sádica televisiva y popular? Allí, la muerte se festeja, acá se deleita en magnitud catastrófica.
Paul Celan, desde el vientre pleno del holocausto, escribía: “Negra leche del alba la bebemos al atardecer/ la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche/ bebemos y bebemos/ cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él/ … Negra leche del alba te bebemos de noche/ te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de Alemania/ te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos/ la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules/ te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere/ ...”
Me duele mi historia, mi pasado, este presente. Anoche no pude festejar! No soy cómplice. Escribía el 10 de julio en mi muro de Facebook. En esos días de júbilo, no importaban las primeras bombas, ni sus víctimas; era pleno festejo del mundial, y de a poco, con la tranquilidad de la pelota ya ida, con los colores albicelestes guardados, la cruel realidad de ese distante Medio Oriente, hizo tomar conciencia. Ya no conmueve a ese otro pueblo, o a sus responsables, si la muerte es blanca o negra. Si es de niños o mujeres y hombres desarmados, apenas cómplices de la pobreza, de las persecuciones, de sus legítimos derechos; y no, de ese otro mundo llamado Wall Street. Allí en esas calles se mueve la economía del mundo, se apuesta a las pruebas nucleares y al negocio de las armas. Gaza, es una ensayo más a la inmunidad de las altas y frondosas Cabezas de ojiva, responsables sólo en su simple explosión.
“Escribir un poema después de Auschwitz es bárbaro”, o mejor dicho, no se puede escribir más poesía después del holocausto; decía Theodor Adorno. ¿Es así?
“Oh, este dolor,/ este dolor de no tener ya lágrimas;/ este dolor/ de no tener ya el llanto/ para regar el polvo./ ¡Oh, este llanto de España,/ que ya no es más que arruga y sequedad…” palabras de León Felipe en el poema El Hacha y dedicado: a los caballeros del hacha, a los cruzados del rencor y del polvo; y a todos los españoles del mundo.
Es que la poesía no sólo refleja únicamente el amor, la humillación del alma y de los pueblos queda impregnada en las letras de nuestra historia. Quién más que el poeta, en la magnitud del sufrimiento humano para reflejar esta humanidad decadente, de sus guerras, de sus violaciones, de su universalización económica donde se instaura la moral del dinero. Grandes poetas fueron fruto de su época, vivaron a la revolución o al levantamiento de sus pueblos contra el colonizador, allí, el más grande, José Martí, dejo su vida.
“En este tiempo fue cuando dio órdenes “El sol” (Alvarado): ya está atado Tlacochcálcatl preso Motecuhzoma y el de Tlatelolco, Itzcohuatzin. Fue cuando ahorcaron al principal de Acolhuacan junto a la albarrada. En segundo lugar, murió el rey de Nauhtla. Lo asaetearon, y después vivo aún, fue quemado. Con este motivo estaban en guardia los tenochcas de la Puerta del Águila. Por otro lado, el garitón de los tlatelolcas. Luego ya cantan sus cantos los mexicanos. Al segundo día: comenzaron a cantar y fue cuando murieron tenochcas y tlatelolcas. Los que estaban cantando y danzando estaban totalmente desarmados. Todo lo que tenían eran sus mantillos labrados, sus turquesas, sus bezotes, sus collares, sus penachos de pluma de garza, sus dijes de pata de ciervo. Y los que tañen el atabal, los viejecitos, tienen sus calabazos de tabaco hecho polvo para aspirarlo, sus sonajas.
A estos (los españoles) primeramente les dieron empellones, los golpearon en las manos, les dieron bofetadas en la cara, y luego fue la matanza general de todos estos. Los que estaban cantando y los que estaban mirando junto a ellos, murieron. Nos dieron empellones, nos maltrataron por tres horas. En donde mataron a la gente fue en el Patio Sagrado. Luego se meten dentro de las casas (del templo) para matar a todos: a los que acarreaban el agua, a los que traían la pastura de los caballos, a las que molían, a los que barrían, a los que estaban de vigilancia.” Traducido del náhuatl: La matanza del Templo Mayor en la fiesta de Tóxcatl. -Visión de los vencidos.
Al costado de la gran Catedral sobresale el Templo Mayor de los Aztecas. A pesar del tiempo transcurrido, aun muestra sus cimientos, sus columnas. ¿Qué pasaría si México se levanta y reclama por sus derechos históricos, por el recupero de las viejas pirámides que aún subsisten por debajo de las monumentales iglesias, o reclama su oro, el mismo que se exhibe y forma parte de la gran Catedral?
Si los colonos ortodoxos israelíes reclaman el derecho de la tierra por divino mandato, los pueblos de nuestro continente tienen el derecho universal de reclamar y pelear por la devolución de las mismas. Nuestro continente fue saqueado, pero su arte, sus códices, su historia, ha logrado permanecer en pie. Las culturas milenarias y avanzadas que occidente tildo de bárbaras, se mantienen, como se mantiene intacto el recuerdo del genocidio de la espada y de la cruz.
No hay diferencias en los métodos ni en la crueldad sanguinaria cuando se desea conquistar un pueblo, españoles, turcos, alemanes, ingleses, o las actuales guerras, no difieren en mucho de estos relatos.
A pesar de la negación de Theodor Adorno, la poesía broto en aquellos tiempos como Cantos tristes. Es que la historia siempre va a ser contada por los poetas, desde la alegría o el martirio, desde su lugar de origen o desde el exilio a que nos forzó Platón desde la creación de su afamada “Republica”. Valga una muestra, este canto que data de 1521. “Los últimos días del sitio de Tenochtitlan”
“Y todo esto paso con nosotros./ Nosotros lo vimos/ nosotros lo admiramos./ Con esta lamentosa y triste suerte/ nos vimos angustiados./ En los caminos yacen dardos rotos/ los cabellos están esparcidos./ Destechadas están las casas/ enrojecidos tienen sus muros./ Gusanos pululan por calles y plazas/ y en las paredes están salpicados los sesos./ Rojas están las aguas, están como teñidas/ y cuando las bebimos/ es como si bebiéramos agua de salitre./ Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe/ y era nuestra herencia una red de agujeros./ Con los escudos fue su resguardo, pero/ ni con escudos puede ser sostenida su soledad”.
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