

Por Roberto Goijman
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Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1953. A los 21 años aparece en las listas de la “Triple A” y pasa a la clandestinidad. Se exilia en 1976 perseguido por la Dictadura Militar.
Organizador de Encuentros literarios, difusor de la Poesía Patagónica. En 1997fue destacado por la provincia del Chubut por enriquecer a las Letras Chubutenses. Director de Ediciones Patagonia.
De habladurías, mujeres, y otros conceptos
La historia personal es el cumulo de las vivencias sociales, de esa historia diaria y colectiva, de allí que el poeta es el máximo articulador de nuestro inconsciente, de esa oblicua luz que se expresa en la palabra, y que el poeta-narrador, prosista, avanza y profundiza.
01.09.2014 08:07 | Goijman Roberto |
Porqué sé lo complicadas que son algunas mujeres, a veces, suelo decir: no me vengan hablar de ellas, si me forme con mi hermana y mi madre, tuve tres hijas, además esposa, encima me toco convivir con ellas toda una vida. Debe ser por eso que el Pedro generalmente toca el timbre de casa para tomar unos mates, y antes de hablar, como ser ingenuo que se recuesta en el hombro izquierdo de su hermano como fuera su terapeuta, dice despacio.
– Yo sé que son difíciles las mujeres, pero… no puedo llegar a tanto, si me case con ella, le fui fiel en todos nuestros años, y al final, en el día de su entierro, me terminan llamando cornudo. Soy franco y me gusta ser integro, de una sola mujer.
Novias tuve varias, pero esta última, la Lucí, la de ahora, ya me tiene harto. Dice que en Facebook me dedico a mirar mujeres, infiel cibernético, me dice, y me acusa de tener minitas por ahí, por el solo hecho de no querer aceptarla a ella en amistad. Pero… decime, si nos vemos la cara, hablamos y comemos juntos y salimos de noche, encima tengo que darle el ok? Ver su foto, leer sus comentarios maliciosos. Decime, te acordás cuando jóvenes íbamos al almacén y saludábamos a todas las vecinas, “Que tal doña Juana, que linda está usted, y ni que hablar de su hija”. Te acordás como a la María la piropeábamos, y el chabón, ni j. Siempre decíamos… que tendrá ese para tener una mina así! Claro, nunca nos acusaron de generar infidelidad ajena, menos cuando en nuestros trabajos mirábamos los pechos o las nalgas de nuestras compañeras que usaban esas pilchas ajustadas, esas que marcaban a plenitud sus formas; y no sólo eran solteras, y cuando se les piropeaba, orgullosas más se meneaban. Aunque las casadas eran jodonas pero fieles, eh! Entonces, porqué criticar y poner mala cara por un “Me gusta” o cuando escribes en foto alguna: se te ve bien flaca, y eso a pesar de los años. Pero no, ahora sos infiel cibernético, o te querés levantar a todas las minas de ese Facebook. Ni que mis canas lo permitieran, si yo, si ya ni con Viagra camino. Mis años ya están, yo ya jugué la vida, ahora sólo disfruto de mis nietos, ya está! Si sigue con pavadas, le cambio la cerradura y chau! No me vengan con esto ahora, si antes las mujeres revisaban los bolsillos de los sacos y de los pantalones de los maridos, y hoy, revisan sus blogs, sus amistades. Esa es la cosa, la falta de confianza en sí mismas y en el otro.
Hombre! Si uno quiere, lo hace y listo, pero cuando no, no hay conque darle, y vos flaco sabes de esto, vos vivís contando historias, mirando caras jóvenes y arrugadas, vos necesitas de la calle, ver como se manejan las mujeres fieles y las otras, y esas celosas que al menor minuto, cuando algún buen morocho o rubio le guiña el ojo en pleno pasar por la vereda, se derriten como helado en verano bajo sol.
Vamos! Si yo sé de esto, yo de chico viví el tango, vi sus tacones y sus faldas, y como se movían en la milonga, y se entregaban a ese tal bigotillo, pero después, el viejo en espera la deleitaba, él decía, yo sé que en el baile le calientan la pava a la Olga, pero que importa, si después el mate lo tomo yo. Y así era.
No como ahora que se van con el primero que les tilda varios “me gusta”, ellas se prenden cuando las chamuyen un poco. Será por eso que hoy, tantos matrimonios fracasan? Decime flaco, vos sos sabio, vos tenés el don de entender a las mujeres, dale, decime, che!
Sabés, el otro día me la cruce a la Manuela, la solterona, te acordás de ella, y luego de hablar un buen rato en la cuadra, ella iba con dos bolsas llenas del súper, le digo: “Mi vida por una noche contigo”; para qué, con esa cara de perra, con esa lengua brava y filosa, dice: acaso te crees que soy tu prostituta! Mira, gorda, vieja y arrugada, y te sale con eso. Por algo se quedó juntando flores y criando sola a tantos gatos. ¡Y vos poeta, las mujeres no? Te acordás del cumple de la Amalia, ese de quince, ese que de regalo llevamos el doble de Manal? Y cuando vos los cumpliste, que apareció el gallego con sus dieciséis a cuestas, él entonces se las sabía todas, fue cuando en el grupo te señala con el dedo, y dice: mañana vas a debutar, regalo de la casa. Y nos juntamos el sábado en la terminal de tren de plaza Once, de ahí a Padua, ¿quién dice que ese que tomamos, no fue el del trágico accidente? y nos bajamos en la estación y de allí un colectivo hasta la ruta pasando el cementerio, y luego en pleno campo, caminamos por esas calles de tierra que sólo el gallego conocía. Y nos mandamos a esa espera los cuatro, mientras una nena de dos años jugaba en el patio cercado con alambres; y cuando entré, y vi sus pechos, esa morocha con flequillo chaqueña, me dice, y quizás te lo dijo a vos también, o a todos, “¿es tu primera vez?” y yo hombre que era, dije: no! Que diferente hubiese sido, tal vez, todo. Después nunca más trate con una mujer así. Hasta hoy tengo presente la palangana con agua donde se limpiaba, pero quizás, si le hubiese dicho la verdad, ella por ahí me hacia el regalo de mi vida. –
Y mirándolo fijamente a los ojos, le digo: Pedro, bien lo decís. Yo también.
– Yo sé que son difíciles las mujeres, pero… no puedo llegar a tanto, si me case con ella, le fui fiel en todos nuestros años, y al final, en el día de su entierro, me terminan llamando cornudo. Soy franco y me gusta ser integro, de una sola mujer.
Novias tuve varias, pero esta última, la Lucí, la de ahora, ya me tiene harto. Dice que en Facebook me dedico a mirar mujeres, infiel cibernético, me dice, y me acusa de tener minitas por ahí, por el solo hecho de no querer aceptarla a ella en amistad. Pero… decime, si nos vemos la cara, hablamos y comemos juntos y salimos de noche, encima tengo que darle el ok? Ver su foto, leer sus comentarios maliciosos. Decime, te acordás cuando jóvenes íbamos al almacén y saludábamos a todas las vecinas, “Que tal doña Juana, que linda está usted, y ni que hablar de su hija”. Te acordás como a la María la piropeábamos, y el chabón, ni j. Siempre decíamos… que tendrá ese para tener una mina así! Claro, nunca nos acusaron de generar infidelidad ajena, menos cuando en nuestros trabajos mirábamos los pechos o las nalgas de nuestras compañeras que usaban esas pilchas ajustadas, esas que marcaban a plenitud sus formas; y no sólo eran solteras, y cuando se les piropeaba, orgullosas más se meneaban. Aunque las casadas eran jodonas pero fieles, eh! Entonces, porqué criticar y poner mala cara por un “Me gusta” o cuando escribes en foto alguna: se te ve bien flaca, y eso a pesar de los años. Pero no, ahora sos infiel cibernético, o te querés levantar a todas las minas de ese Facebook. Ni que mis canas lo permitieran, si yo, si ya ni con Viagra camino. Mis años ya están, yo ya jugué la vida, ahora sólo disfruto de mis nietos, ya está! Si sigue con pavadas, le cambio la cerradura y chau! No me vengan con esto ahora, si antes las mujeres revisaban los bolsillos de los sacos y de los pantalones de los maridos, y hoy, revisan sus blogs, sus amistades. Esa es la cosa, la falta de confianza en sí mismas y en el otro.
Hombre! Si uno quiere, lo hace y listo, pero cuando no, no hay conque darle, y vos flaco sabes de esto, vos vivís contando historias, mirando caras jóvenes y arrugadas, vos necesitas de la calle, ver como se manejan las mujeres fieles y las otras, y esas celosas que al menor minuto, cuando algún buen morocho o rubio le guiña el ojo en pleno pasar por la vereda, se derriten como helado en verano bajo sol.
Vamos! Si yo sé de esto, yo de chico viví el tango, vi sus tacones y sus faldas, y como se movían en la milonga, y se entregaban a ese tal bigotillo, pero después, el viejo en espera la deleitaba, él decía, yo sé que en el baile le calientan la pava a la Olga, pero que importa, si después el mate lo tomo yo. Y así era.
No como ahora que se van con el primero que les tilda varios “me gusta”, ellas se prenden cuando las chamuyen un poco. Será por eso que hoy, tantos matrimonios fracasan? Decime flaco, vos sos sabio, vos tenés el don de entender a las mujeres, dale, decime, che!
Sabés, el otro día me la cruce a la Manuela, la solterona, te acordás de ella, y luego de hablar un buen rato en la cuadra, ella iba con dos bolsas llenas del súper, le digo: “Mi vida por una noche contigo”; para qué, con esa cara de perra, con esa lengua brava y filosa, dice: acaso te crees que soy tu prostituta! Mira, gorda, vieja y arrugada, y te sale con eso. Por algo se quedó juntando flores y criando sola a tantos gatos. ¡Y vos poeta, las mujeres no? Te acordás del cumple de la Amalia, ese de quince, ese que de regalo llevamos el doble de Manal? Y cuando vos los cumpliste, que apareció el gallego con sus dieciséis a cuestas, él entonces se las sabía todas, fue cuando en el grupo te señala con el dedo, y dice: mañana vas a debutar, regalo de la casa. Y nos juntamos el sábado en la terminal de tren de plaza Once, de ahí a Padua, ¿quién dice que ese que tomamos, no fue el del trágico accidente? y nos bajamos en la estación y de allí un colectivo hasta la ruta pasando el cementerio, y luego en pleno campo, caminamos por esas calles de tierra que sólo el gallego conocía. Y nos mandamos a esa espera los cuatro, mientras una nena de dos años jugaba en el patio cercado con alambres; y cuando entré, y vi sus pechos, esa morocha con flequillo chaqueña, me dice, y quizás te lo dijo a vos también, o a todos, “¿es tu primera vez?” y yo hombre que era, dije: no! Que diferente hubiese sido, tal vez, todo. Después nunca más trate con una mujer así. Hasta hoy tengo presente la palangana con agua donde se limpiaba, pero quizás, si le hubiese dicho la verdad, ella por ahí me hacia el regalo de mi vida. –
Y mirándolo fijamente a los ojos, le digo: Pedro, bien lo decís. Yo también.
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