Sáb 27.Jul.2024 0:47 hs.

Buenos Aires
T: 29°C  H: 44%
Poemas  de ...

Por Poemas de ...



 | 

Poemas de Susana Lage (San Juan)


Poemas de Susana Lage (San Juan)

06.11.2017 06:26 |  de ... Poemas  | 

POR NACER EN EL DESIERTO
Tengo sol en invierno
y de mi cama
se ven perfectamente las estrellas.
Tengo dos gatos tibios
y algún olvido,
el cuerpo ocioso y el escudo atento
que a veces los errores no dan tiempo.
Y tengo los recuerdos tan disciplinados
y la risa tan fácil
que soy tan feliz
como se debe.
Y a veces
(si estoy muy descuidada)
la soledad se me cuela en los papeles
y me escribe un poema por las noches.
Y a veces
(si no estoy muy apurada)
lloro muy bajito en los rincones
por no hacer ostentación,
que hay mucha envidia.
Y tengo sed congénita de viento
y un miedo colectivo.
Y sólo puedo amar sin que se note,
como el tiempo de siesta,
de puntillas,
como una piedra inmóvil del camino.

Para calmar el dolor
(que a veces duele)
oyendo historias y cebando chismes
he aprendido a creer lo que no veo,
que los que hemos nacido en el desierto
conocemos a Dios sólo de oídas.

MUERTOS
Más allá de mí,
de mis contornos,
están mis muertos mirándome de frente.
Mi infancia de poemas y lombrices,
un amor de tus ojos,
mi abuelo casi pájaro
y mi perro.
Más allá de mí
están todos los fantasmas carceleros
que no me dejan volar,
y me aprisionan
en el furor de la impotencia.
Más allá, tan allá de mis contornos,
borrándose, inseguros,
ellos me tienden una mano fatal.
Volver al aire tibio y luminoso
de ser germen feliz
dentro del cuenco
de mi infancia
de tus ojos
de mi abuelo
de mi perro.

AQUÍ ABAJO
Nunca pude haber sido una astronauta
por problemas congénitos de vértigo,
ni siquiera una alpinista de domingo,
que mis piernas no se adhieren casi a nada.
Perdí también el puesto
de redentor del mundo
por no haber comprendido el catecismo,
y es que no puedo salvar ni la apariencia.
Y no supe ser buena trapecista
(el miedo me ata al mástil y a las redes)
ni entender de asuntos elevados
ni treparme a la alacena de los dulces.
Por eso estoy, en fin,
a ras del suelo
para entenderme con los gatos en las tardes
y dormir tranquila en las banquinas.
Que sólo nos queda el soliloquio
y las siestas de sol
por aquí abajo.

LO QUE QUEDA
Quedan los jazmines de noviembre
y un trasiego de angustia en las ventanas,
queda el trajinar del embalaje
y un triste rumor de cerraduras.
Quedan los rituales vacíos
y los rituales llenos,
el rastro de los cuerpos
y todas sus sabidas implicancias,
las muecas del desamor
y los gestos fijos,
esos que los fantasmas multiplican.
Quedan las buenas maneras
y los cuidados silencios,
los educados márgenes
y los modestos límites
donde van a morir todas las mareas.
Quedan los oficios del olvido
y el difícil arte del hacer memoria,
quedan los espejos asustados
y las paredes atónitas,
decidiendo entre el recuerdo y las arañas.
Pero quedan, también, las amapolas
y todas las mandarinas del otoño,
el viento fresco venciendo los postigos
y el obstinado rodar de las estrellas;
quedan presagios de días y de noches
en la certeza de los calendarios,
el indicio del invierno en las estufas
y un perfume de roble por la casa.
Y quedan, también, la piel, el aire,
las manos, las miradas, las esperas
como dos ojos fijos al final del camino,
como una palabra aguardando la boca
como badajos en péndulo
a punto de estallar en las campanas.
Y queda el corazón,
que es una abeja.

CITA
Si mal no recuerdo
el viernes por la tarde me dijiste
vamos a una cita que me calzo
unos lentes oscuros para amarte
en una intersección de gatos y de perros
de conejos y de peces
de azucenas y de lirios
de puertas y de goznes aceitados.
Así que no asistí,
y te dejé una nota aclaratoria
de mi poca memoria y mis largos olvidos
y mi falta absoluta de un sombrero blanco
y mi manía de perderme en las esquinas.
Pero insististe entonces
emplazándome
a cercarte las sienes y calmar tus pesadillas,
a coser tu costado y secarte la frente,
a mecer tu cuna y alimentar tus manos,
a tentar tu pulso y pulsar tu sangre.
Así que nunca fui,
y guardé muy bien entre mis cosas
esos emplastos mágicos de abuela,
un par de secretos para abrillantar los ojos
y la receta para secar las lágrimas.
Y oculté la técnica para perfumar las manos
las mil esencias de la luna
y los conjuros de la piel y de los ojos.
En vista del estado de las cosas
espero, atentamente,
lo comprendas.

ADIÓS
Adiós es sólo una palabra si se la ve de cerca,
pero hay que alejarse unos centímetros
para ver cómo se parece al sol y a las estrellas.
No hay que subestimarla.
Ni gastarla como moneda de calderilla,
ni dejarla caer por su propio peso.
Porque al decir adiós,
la órbita del planeta se corrige unos centímetros hacia
abajo,
y se sabe que hay un leve giro
en las migraciones de las golondrinas.
Se han detectado
cambios en el flujo y reflujo de las mareas
porque alguien dijo adiós, peor si es lunes.
Hay que andarse con cuidado.
Un velo se descorre
mientras cerramos una puerta,
y se nos cuela una paradoja
en un pliegue del atardecer.
Yo creo que el corazón cambia su rutina,
y la sangre circula al revés,
hasta puede que los jazmines florezcan a destiempo.
Porque al decir adiós
en realidad se dice,
y más vale no olvidarse del detalle.

Y DIJISTE
Y dijiste
tengo cicatrices como árboles añosos
y un murmullo en la piel que me vuelve insomne.
Y te dije
que tengo más de dos mil años
y los ojos huecos
y ni una sola paloma en los bolsillos
Y dijiste
estar muy cansado de andar para llegar hasta mi puerta
y lo dijiste pisando el umbral de mis ojos
y lo dijiste arribando a mi cabello
y lo dijiste en la frontera esa
en donde nos da miedo por las noches.
Y te dije
que no sé más que pestañear en las cornisas
y arrimarme al centro del amor,
y merodearlo a veces
y otras veces comerme una naranja.
Y lo dije en el punto en que bebés mis lágrimas
y lo dije en el lugar en que apenas podemos mirarnos
y se te da por mofarte de la luna.
Y no dijiste más
y yo no dije
por miedo a despertar a las caléndulas
y desperezar todos los árboles
Y es que del otro lado del espejo
sólo podemos reír si nadie escucha


COMENTARIOS
síganos en Facebook