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Omar Ramos

Por Omar Ramos

 Escritor / Periodista

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Literatura testimonial: Un amor revolucionario

 Omar Amadeo Ramos 
Literatura testimonial: Un amor revolucionario

19.09.2017 10:05 |  Ramos Omar | 

Como muchos escritores iniciados  en la década del 70 mi aproximación con la literatura estuvo influida por el Boom Latinoamericano donde entre otros descollaron Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes  y Vargas Llosa, hoy un converso neoliberal, quienes describieron en algunas de sus narraciones la realidad social y política de esos tiempos.   
Por ese entonces, escribí mis primeros esbozos de tramas, referenciadas en el realismo mágico y social,  hasta que el advenimiento de la dictadura cívico militar obligó al exilio a muchos escritores y censuró y asesinó a otros, Pasé a diseñar en sigilo algunos poemas tibiamente comprometidos e incipientes narraciones que publiqué con el advenimiento de la democracia. Todavía se escuchaban voces de poetas y narradores que dirigían los suplementos de los diarios conservadores e insistían con que el escritor debía prescindir de todo tinte social y político en su obra “Esos temas desvirtuaban la literatura y se corría el riesgo de convertirla en un panfleto. El escritor debía ser independiente a toda ideología”.

Hubo muchos que no lo entendieron así y ofrendaron su vida. Entre ellos, Rodolfo Walsh, escritor, periodista y militante revolucionario, desaparecido el 25 de marzo de 1976, decía que  “un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”.   

Roberto Santoro,  poeta desaparecido el 1 de junio de  1977,  afirmó que si la poesía no sirve para cambiar la sociedad no sirve para nada.  “Yo amo/ tu escribes/ él sueña/ nosotros vivimos/ vosotros cantáis/ ellos matan.  

Haroldo Conti, escritor desaparecido el 5 de mayo de 1976,  repetía que el único privilegio al que podía aspirar era que los compañeros albañiles y mecánicos lo consideraran uno de los suyos.

Miguel Ángel Bustos, desaparecido el 30 de mayo de 1976 “Niños heridos/ palomas de hambre amordazan mis besos/ sacuden tus risas y te alejan para que muerda la vida y no me canse la muerte.

Mi novela Sangre en las botas comenzó siendo un diario íntimo, escrito en secreto y con miedo, entre 1979 y 1980, cuando volvía de franco del cuartel de artillería de Campo de Mayo donde cumplía, vencida la prórroga por estudio, yo tenía 27 años, con el servicio militar obligatorio. Pasado el Terrorismo de Estado, a fines de los ochenta, comencé a transformar el diario en una novela donde registré los relatos de suboficiales y oficiales sobre su accionar contra la guerrilla  y su frustración por no haber entrado en guerra con el “enemigo chileno”.  En la década del 90, cuando me creí liberado, como otros tantos escritores, de la autocensura, escribí cuentos sobre los desaparecidos y los habeas corpus que interponían infructuosamente valerosos abogados durante la época siniestra. Esos relatos están recopilados en Lugares Violentos y El Cielo y el Infierno (cuentos). Pero la autocensura es un mal que cada tanto me acecha y debo combatirla cada vez que escribo relatos comprometidos como mi novela El Amor Revolucionario, aún inédita,  que relata la historia de una pareja de combatientes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en ocasión del ataque al Batallón de Monte Chingolo, el 23 de diciembre de 1975. Pienso entonces que mis temores son naderías de pequeño burgués y cuando puedo, como en este caso, rindo homenaje a aquellos escritores que entregaron su vida y supieron aunar su literatura con sus ideales revolucionarios.       

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