¡Llegó la música! es una original pieza teatral que desde el circuito alternativo propone una fina observación sobre el arte y su relación con el Estado.
Expresarse es siempre un acto de libertad. Y el arte, en tanto expresión, también lo es. Ahora bien, la sola libertad no alcanza para producir la obra o el hecho artístico, y ahí comienzan las ineludibles tensiones. Tensiones que son sencillas cuando, por ejemplo, el hecho artístico tiene lugar bajo la administración de una estructura simple como una sala de teatro independiente, pero que pueden tomar dimensiones desmesuradas en la órbita de un organismo sólidamente burocratizado, llámese generosa fundación amante de la cultura o Estado.
El Estado –ese al que el buen capital nos ha enseñado a ver como un monstruo– es quien alberga y sostiene la orquesta de cámara que protagoniza ¡Llegó la música!. Las retribuciones insuficientes, la estructura en eterna obra y nunca adecuada, los jerarcas inamovibles, los gobiernos paralelos y las cotizadas estrellas invitadas son algunos de los indicios que nos hacen sentir como en la vida misma (léase, como en el Teatro San Martín, el Colón, el Instituto Nacional del Teatro, etc.). Este crudo detrás de escena abre un interrogante medular en esta obra: cómo vive el arte en ese medio que parece funcionar como un anti-caldo de cultivo, cómo termina apareciendo el hecho artístico en condiciones tan adversas. Y para saber qué resulta de eso podríamos apreciar cómo suena este ensamble; sin embargo, dado que nunca se escucha la música que se ensaya, se nos niega toda valoración estética de este grupo de artistas. Así, la puerta que nos permite observar su ética es la única que queda abierta.
Esos artistas virtuosos no son seres ajenos a la sociedad en la que viven, sino partes y artífices de ella. Están atravesados por similares niveles de compromiso, de chantada y de vagancia que podemos encontrar en cualquier otro ambiente. Y el Estado que los contrata es, a la vez, el que toma forma y se nutre también de ellos, de nosotros, que somos la misma sociedad que cimienta y explica ese Estado.
Con esta obra, Alberto Ajaka plantea sin solemnidad ni pretendida militancia los ejes fundamentales de discusiones que están faltando desde hace muchos años en el ámbito de nuestra cultura. Y en su sala, en una callecita de Villa Crespo, ese numeroso elenco abre el debate sin lesionar ni opacar las virtudes de ¡Llegó la música! como espectáculo.
Al comienzo de esta obra, el director (típica víctima del statu quo que comprendió los beneficios de no rebelarse) le dice a los miembros de la orquesta: “Ah, qué otra cosa es el arte sino la libertad dirigida…”, lavándole así la cara a la contradicción de ser artista y empleado a la vez. Quizás podamos salir de esa encerrona volviendo a pensar esta obra de la mano de aquella idea de Sartre y sostener que, como todo ser humano, el artista es lo que hace con lo que hicieron de él. Quizás así entonces podamos ver que la libertad, además de condición de la expresión artística, también debe ser su propuesta y el sostén de su producción.
Lucho Bordegaray
La ficha artística y técnica y la información de las funciones de esta puesta de ¡Llegó la música! las encontrarás actualizadas en http://www.alternativateatral.com/obra24510-llego-la-musica