
En vez de rejas, hay que lograr políticas de Estado
06.02.2013 11:28 | Taffetani Oscar |
Muy lejos de la verdad no está la caricatura, ya que la gestión de Mauricio Macri, con asesoría del consultor Durán Barba, tras una breve incursión por la "tolerancia" y la "diversidad" (cuando los afiches PRO se vestían con la wipala y rezaban BIENVENIDOS) volvió al discurso ingenieril, ejecutivo y militarista del comienzo, tal vez por intuir Durán Barba que en la polarización con el adversario kirchnerista y neokirchnerista, ésta será la manera de conservar el voto conservador y de clase media de gran parte del electorado porteño.
A decir verdad, la "solución" de las rejas en plazas, monumentos y espacios públicos fue ensayada antes de Macri por el intendente menemista Jorge Domínguez, por el jefe de gobierno radical Fernando de la Rúa e incluso por los funcionarios municipales que actuaron en las administraciones de Aníbal Ibarra y Jorge Telerman. Ocurre que las rejas, si bien en un sentido amplio nos hablan de una concepción autoritaria y militar del espacio público, representan una respuesta rápida y con resultados inmediatos al problema de la invasión y desnaturalización de esos espacios, que mucho impacta psicológicamente sobre los vecinos y usuarios habituales, particularmente en los barrios del centro y norte de la ciudad.
Pero está claro que echar a los homeless que han hallado refugio en una plaza, no soluciona el problema de los homeless, ya que éstos seguirán buscando huecos y hendijas en la ciudad hostil, que les permitan sobrevivir. Y echar a los manteros, artesanos y comerciantes informales de las veredas y bicisendas, tampoco resuelve el problema de regular y balancear su presencia en los barrios y espacios públicos, especialmente en aquellos de gran afluencia de público y de potenciales consumidores. Finalmente, y para no abundar, la reja no resuelve el problema de la inseguridad, la falta de vigilancia y la desprotección que perciben los vecinos en las calles, las plazas y esas encrucijadas donde la voz castiza de la relatora del GPS advierte: "Usted está entrando en una zona peligrosa".
La policía de la ciudad de Buenos Aires lleva el nombre de Metropolitana, y es un nombre mal puesto. Porque si fuera de verdad metropolitana, debería ocuparse de la seguridad de la CABA y del Conurbano bonaerense, puesto que ambas jurisdicciones forman parte de una misma "metrópoli", llamada Buenos Aires.
Y esa metrópoli, que representa un gigantesco escenario político, económico, demográfico y cultural, donde se realizan millones de viajes interurbanos por día, donde se procesan miles de toneladas de basura por semana y donde se despliegan las redes inagotables del comercio formal e informal, necesita --la pide a gritos-- la conformación de una verdadera autoridad metropolitana, que aborde los problemas en la escala y la complejidad que tienen y que deje afuera, al menos en los asuntos importantes, la confrontación entre "presidenciables" y candidatos varios.
Buenos Aires, una de las megalópolis del planeta, necesita políticas de Estado, si quiere sobrevivir al caos.
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