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De regreso en Argentina. Por Dr.Park Chae Soon

 Traducido por Kim Leonardo Fabian.

04.01.2014 06:14 |  Noticias DiaxDia  | 

Coloqué nuevamente los pies en el Aeropuerto de Ezeiza en febrero de 2013.

Había residido en Argentina 17 años, entre 1986 y 2003 cuando me repatrié a Corea. Y ahora estoy de regreso en Buenos Aires, después de 10 años allá.

Es común que las personas quieran finalizar su vida en el lugar donde echaron sus raíces, sin importar que el mundo entero se haya convertido en una comunidad global; por lo que no es usual el caso del que cruza el Pacífico tres veces para inmigrar. Aquel que hace 27 años fue un vigoroso joven, está de regreso con más de sesenta años. 

Cuando renuncié a mi vida bancaria en Corea y emigré para Argentina, me preguntaban por qué había venido a un país lleno de deudas y con un futuro muy impredecible.

Cuando volví a Corea, luego de un tiempo considerable, dejando atrás una vida realmente tranquila, me preguntaban también la razón por la que regresé de un lugar donde era posible vivir como "la gente" a otro de ambiente tenso y violento. ¿Por qué viniste? ¿Cuándo te vas....? 

Luego de una visita a Corea, mis hijas ya crecidas y seguras de su propia identidad cultural, decidieron quedarse a vivir allá diciendo que la vida en Corea sería mucho mejor. Sin embargo, la conclusión a la que llegaron, ya casadas con sus respectivos niños y después de 10 años de experiencia coreana, fue que no tenían la capacidad suficiente para apoyar la educación de sus hijos en forma competitiva y que preferían criarlos en Argentina donde se da más importancia a los aspectos humanos que a la feroz competencia. Este deseo hizo que volviesen a Argentina. 

Si bien era un retorno a su país natal, encontrar aquí los medios de vida con qué sustentarse fueron tan difíciles como empezar de nuevo en el extranjero. 

Por mi parte, gracias al título académico obtenido en la Argentina, tuve la oportunidad de ser miembro en un instituto de investigaciones. Además, gracias al apoyo de un paisano coreano, participé activamente por un tiempo en eventos relacionados con los compatriotas, en convenciones artísticas y científicas y también realicé investigaciones como miembro editor de un periódico dirigido a los residentes coreanos de Argentina. 

Inmigré a los 36 años y me doctoré ya teniendo mis 54 años, en los que transcurrieron casi un lustro desde que inicié los estudios a los 40. Por momentos, los medios de comunicación de Corea me presentaron como "La pasión de un estudioso que desconoce el renunciar", "Un emigrante coreano obtiene doctorado por primera vez en la Argentina". 

 A pesar de esto, como profesional que obtuvo su título en un país en desarrollo pasados sus 50 años no pude siquiera soñar con ser un Docente Universitario de Corea, ya que es un país en donde abundan las personas con Estudios Superiores desempleadas. Aún así desempeñé con entusiasmo el cargo de investigador en las artes científicas en el ARI (Instituto de Investigaciones Asiáticas) de la Universidad de Corea y en IFES (Instituto para Estudiantes del Lejano Este) de la Universidad de KyongNam. 

Mientras residía en el distrito de NoWon de Seúl, participé activamente en un partido político por siete u ocho años. Y si bien me presenté como candidato a diputado por la ciudad de Seúl y para el Parlamento Nacional, mis limitaciones debido a los 18 años en Argentina hicieron que fracasase en vencer el muro del poder político oficialista. 

La vida de una persona no cambia drásticamente por haber ocupado el cargo de diputado, pero la realidad es que aquel que como militante político nunca ha tenido ese privilegio, pierde el sentido casi total de su existencia. Aunque las heridas de la derrota fueron profundas, todavía no me arrepiento de haber intentado lo que quise hacer. 

Ni que hablar de la decepción de los familiares y de aquellos que me apoyaron activamente; siento lástima y pena por no haber podido llevar al Parlamento aquellas propuestas como el hacer del mundo uno más humano, el ayudar a las minorías dejadas de lado, contribuir a solucionar el problema de la paz entre las dos Coreas, a la democratización de la economía, una sociedad en la que se pueda ser feliz trabajando, un país orientado al bienestar social general, al reconocimiento de los derechos de los compatriotas residentes en el extranjero, entre otras propuestas. 

Mis hijas vieron a su padre frustrado. Pidieron que por un tiempo volviera a la Argentina a recobrar las energías. Tambien un amigo docente de la universidad estatal me invitó a colaborar ofreciéndome un lugar en la docencia. Con esas perspectivas, partí de Corea nuevamente para Argentina. 

En mi regreso encontre un mundo totalmente diferente, en el que se vive sin apuros, y me dio la idea de que era muy afortunado. La vida en Argentina es sumamente agradable comparado a los recuerdos de una Corea de extrema competencia, discriminación e injusticia. 

Era un momento en el que Kim Jeung Un, presidente norcoreano, amenazaba Corea y Estados Unidos, y al mundo entero, con cohetes nucleares de largo alcance y realizaba la tercera prueba nuclear. 

Algunas universidades solicitaron exposiciones especificas referidas a la problemática sur y norcoreana mostrando especial atención a la situación actual y al futuro de la península. ¿Existirá algún asunto más importante que la supervivencia tanto del individuo como la empresa y el Estado?  

Cuando residía aquí, en Argentina, vivía en la ilusión de creerme el representante de Corea; y cuando estaba allá, en Corea, me comportaba como si fuese el representante de los compatriotas inmigrantes y de la sociedad centro-sudamericana. Así que, ¿cómo no iba a ser asunto mío la amenaza de un peligro nuclear de Corea del Norte a la República coreana y al resto del Mundo? Las conferencias especiales que empecé a dar en torno a mi preocupación por este tema, junto a las charlas informativas dictadas por docentes pro-coreanos y a los eventos vinculados a la cultura artístico-científica tuvieron gran repercusión. 

Fue el caso especial de la Universidad Nacional de Tucumán, en la cual profesores, alumnos y otros oyentes mostraron un acalorado y sincero interés, escucharon mis exposiciones atentamente e hicieron muchas preguntas.  En ocasiones como estas, solía sentir una responsabilidad y un orgullo indescriptible con meras palabras. Y el gozo del haber estudiado esta ciencia era también inmenso. 

Por supuesto, observo que estos resultados son el fruto que la democratización de la República de Corea transmitió a la población mundial, el desarrollo de la industria y el reciente boom de la cultura coreana. Además, creo que influyeron bastante, los esfuerzos de los paisanos que aún lejos de su país de origen, siguieron manteniendo y expandiendo las relaciones con la comunidad universitaria y los habitantes extranjeros. 

En todo caso, tan solo el hecho de que tenga la posibilidad de recorrer la universidad dando conferencias, justifica mi inmigración por segunda vez a la Argentina. 

Lo cierto es que hoy enviamos y recibimos las informaciones por e-mail, Facebook y Kakaotalk, gracias al avance de los servicios de las redes sociales, y las noticias se conocen en tiempo real entre Corea y Argentina, y desde cualquier parte del mundo. 

Como el mundo se ha convertido en una comunidad global en el cual uno tiene la posibilidad de trasladarse cuando haya necesidad, ya no es tan relevante el lugar en donde me encuentre residiendo ahora, sea Corea o Argentina . 

Que diferencia con los primeros tiempos de mi vida de inmigrante!

 ¿Cuál ha sido el objetivo de mi vida pasados mis 60 años? Mis pisadas de una vida de éxito y fracaso se están apagando como una lámpara inconstante.

 ¿Qué haré con el resto de mis días? ¿Cal será el objetivo para volver a verter mi pasión una vez más?

  "¡Aguelo! Quero estudiar". Mi nieto de tres años entra en mi vida real con un libro en sus brazos. Es lo que suele decir cuando ve a su abuelo que lee todos los días.

¡Abuelo! Dame un abrazo". Mi nieta de 4 años que anda tras el cariño de la gente, pide también que se le preste atención. Al llegar las vacaciones de invierno del jardín, paso mis días cuidando a mis pequeñuelos.

 ¡Eso es! Mientras mis hijas, día y noche trabajan en un nuevo campo de la vida, a mí, como padre y como abuelo, se me ha dado una misión.

Debo poner en primer lugar al Estado y la sociedad, a la minoría no representada, al progresivo intercambio entre la República de Corea y Sudamérica y apoyar los intereses de los compatriotas. Este es el aporte más importante que puedo hacer en mis circunstancias y que produce en mí gran felicidad; así lograré que mis nietos y nietas echen raíces fuertes en este lugar y que crezcan como personas intachables del mundo.

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