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Ni una menos: Aún queda un largo camino por recorrer
04.06.2015 08:06 |
Noticias DiaxDia |
Una profunda satisfacción me invade por el naciente compromiso, que hoy refleja toda la sociedad o mejor dicho gran parte de ella, en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, en la concienciación de la existencia del femicidio como un hecho de dominación de un género por el otro, en la desnaturalización de la violencia. No puedo más que festejarlo y llenarme de gozo y alegría.
En estos momentos en que la sociedad argentina está movilizada en cada una de sus jurisdicciones y recibe el apoyo de nuestros hermanos de Chile y Uruguay, no puedo dejar de recordar y brindar mi más sentido reconocimiento a quienes en mi provincia lo hicieron posible, luchando contra viento y marea para vencer las resistencias de sus pares, de sus compañer@s institucionales, de sus compañer@s militantes (y pongo la arroba porque muchas eran mujeres) y haciendo caso omiso a los más descalificativos motes que solemos recibir las mujeres cuando nos introducimos en estos temas y que no vale la pena ni repetir. Las mujeres que en Neuquén pusieron en agenda de sus partidos primero y de la política en general después, soportando en carne propia todos los embates de la sociedad patriarcal, machista y dominante, fueron las diputadas del Movimiento Popular Neuquino Teresa Savron, del Partido Justicialista Aurora Costa y del Frente Grande Alicia Gillone (mi maestra en estos temas y a quien estoy sincera y profundamente agradecida).
En los ’90, en Neuquén como en el resto de la Argentina, empezar a preguntarse por la igualdad de género era una osadía y como tal pagaría su precio. Poner en duda el orden natural dado por la preponderancia de la superioridad masculina, donde el hombre como ser supremo (valga la redundancia) asumía el control de la sociedad, la familia y la mujer –en cuerpo y mente-, fue una transgresión. Pero estas valientes mujeres bajo banderas políticas diferentes pero con la raíz común del movimiento peronista y nutridas de los principios de todos los tratados internacionales (Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la mujer en 1979, Declaración y Programa de Acción de Viena en 1993, Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la mujer en 1993, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la violencia contra la Mujer de Belem do Pará en 1994, Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo en 1994, Declaración y Plataforma de Acción de Beijing en 1995 y el Protocolo Opcional a la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer en 1999) lograron la sanción de la ley 2.212 de Protección y Asistencia contra los Actos de Violencia Familiar.
En aquel momento, se establecieron los principios jurídicos para que el Estado se metiera en la intimidad de la casa familiar (donde el hombre era amo y señor de la mujer, teniendo derecho absoluto sobre su integridad y su vida), rompiendo los patrones patriarcales de sumisión de la mujer y del mismo Estado a los designios del páter familia y permitiendo sentar las bases para que hoy buena parte de la sociedad esté luchando por poner fin a los femicidios, cosa que sólo se logrará con un verdadero cambio de paradigma, de la sujeción de la mujer por el hombre a la igualdad entre los géneros.
¿Alcanzó el trabajo de estas tres legisladoras de raíz peronista? No, no alcanzó, sino no estaríamos mañana marchando por el fin de los femicidios. Pero hoy puedo ver que soportar tantos agravios, que realizar tanto esfuerzo, valió la pena por lo menos en lo que como diputada me corresponde analizar: los marcos legales. Fue un honor ponerle letra a la legislación provincial y nacional (Cupo Femenino, Salud Sexual y Reproductiva, licencias por maternidad, morosos alimentarios y de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales por ejemplo). La participación en tantos foros internacionales y tantos proyectos presentados a nivel provincial y nacional (como las casas refugios, subsidio para que puedan salir de la situación de violencia y acoso laboral, entre otros) siguen valiendo la pena y siendo necesarios.
Las leyes mencionadas y los proyectos que aún están en estudio tampoco alcanzaron, sino no estaríamos marchando mañana ni luchando por la urgente sanción de la ley de emergencia pública en materia social por la violencia de género. Si fuera suficiente el trabajo realizado no estaríamos reclamando por la implementación de la ley 26.485 de “Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”; para poner en funcionamiento el Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, según lo establecido en artículo 9° de la Ley 26.485; para conformar en todo el territorio nacional unidades especializadas que brinden los servicios indispensables para proporcionar a las mujeres víctimas de violencia de género, atención gratuita en las áreas psicológica, sanitaria, social, laboral y jurídica; para establecer en todo el territorio nacional, una red de contención social y sanitaria entre el Estado y Organizaciones No Gubernamentales especializadas en violencia de género; para implementar en todo el territorio nacional programas de acompañantes comunitarios para el sostenimiento de la estrategia de autovalimiento de la mujer; para crear e implementar en todo el territorio nacional “Casas Refugio” como instancias de tránsito para la atención y albergue de las mujeres víctimas de violencia de género, en aquellos casos en que la permanencia en su domicilio implique una amenaza a su integridad física, psicológica y/o sexual; para otorgar a las mujeres que se encuentren en situación de emergencia social por violencia de género, una asignación económica mensual equivalente a un salario mínimo vital y móvil, durante todo el tiempo que las mismas se encuentren fuera de sus domicilios y/o hasta tanto se reinserten laboralmente según cada caso; para brindar en todo el territorio nacional, acceso gratuito, rápido, transparente y eficaz en los servicios sanitarios, legales y socio-laborales que asisten a las mujeres víctimas de violencia de género y para que en todos los casos y aún en los registros que las autoridades públicas puedan implementar, se deban preservar y resguardar la identidad de la víctima, a fin de evitar con ello una exposición al flagelo social.
Pero debemos hacerlo. Debemos seguir presentando proyectos de ley. Debemos seguir exigiendo el cumplimiento estricto y completo de las leyes vigentes. Debemos seguir la lucha. Debemos seguir peleando por conseguir la igualdad entre los géneros.
Como legisladora, como militante, como mujer comprometida con los derechos de género y a casi 20 años de aquella primera ley provincial, reconozco que valió la pena el trabajo de esas tres pioneras y vale la pena continuar su legado más allá de las bravuconadas machistas y más acá de las complicidades absurdas de algunas congéneres, que nada entienden del nuevo concepto de “sororidad” que alude específicamente a la solidaridad entre mujeres en el contexto patriarcal, es decir, en el contexto de un sistema social en el cual el Hombre es superior en todos los sentidos a la Mujer y debe, por tanto, asumir el control de la sociedad incluido del cuerpo de la Mujer.
Agradezco el llano del camino a estas valientes neuquinas, festejo este nuevo y espontaneo compromiso social y me garantizo no abandonar la lucha hasta conseguir la igualdad deseada. Por todo esto, como en una batalla más, mañana estaremos tod@s junt@s en la plaza.