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La distancia entre Cristina y los otros. Por Juan Carlos Díaz Roig.

El brillante discurso de Cristina en la FAO  -a mi criterio el mejor de todos sus discursos- no hizo sino resaltar la distancia que separa a nuestra Presidenta de los restantes dirigentes políticos argentinos, y sobre todo de los opositores.

09.06.2015 08:48 |  Noticias DiaxDia  | 

En realidad, me resulta casi imposible imaginar a Macri, o a Massa, o a Del Sel, hablando ante semejante auditorio.
La oposición política ha basado su estrategia opositora en los cánones de las recomendaciones conocidas hace unos diez años, para proponer los llamados golpes "blandos", en toda América Latina.

En primer lugar, procurar crispar a la sociedad contra el gobierno progresista, partiendo de llamarlo despectivamente "populista".
Luego impulsar el descrédito de dichos gobiernos, sobre todo buscando y magnificando actos de corrupción, aunque fueran de escasa entidad económica. En nuestro caso, el ejemplo es Boudou. Se lo procesó por la compra de un auto modelo 91, y se le trabó un embargo de 10 mil pesos. Sabido es que el embargo es la merituación del perjuicio cuantitativo que al Estado, o a los damnificados, puede causarle la comisión de un delito. En la causa Ciccone, el embargo fijado por el juez Lijo, fue de 200 mil pesos. Aunque al mismo tiempo el mismo juez Lijo, decretó el finiquito por prescripción de las causas del Megacanje y el blindaje, que endeudaron al país en ¡65 mil millones de dólares!

Prosiguen las instrucciones, sugiriendo la creación de infundios o mentiras que dañen la reputación de los miembros del gobierno o sus familiares o personas real o presuntamente vinculados a ellos. Y obedientemente, Clarín y sus acólitos, mediatizaron, la bóveda de Cristóbal López, que terminó siendo una bodega, las cuentas de Máximo Kirchner ,y Nilda Garré en un banco del exterior, que nunca existieron, el sueldo de 400 mil pesos mensuales de Kicillof, que tampoco era real, y cuanto infundio pudiera cualquiera imaginarse, y que, como frutilla del postre, condujo a la falsa denuncia de Nisman, quien carecía de toda prueba o fundamento, y que terminara con una presión tan fuerte, sobre todo de dos diputadas de la oposición, que lo condujeron al suicidio. Mas allá de los esfuerzos de la jueza, ex-cónyuge del occiso, en pretender la calificación de homicidio, puesto que dicha pretensión obedece a la importancia de que si quedare acreditado el suicidio, no podrían sus deudos cobrar los seguros, y se abrirían además, los reclamos del Fisco, por las ahora evidentes maniobras especulativas, con evasión fiscal, realizadas por el mismo y sus familiares.

Continúan tales instrucciones recomendando la construcción de un relato de datos inexactos, que generen en la población el sentimiento de la proximidad del caos, y el fin de ciclo, que sumados a la campaña de difusión masiva de todo acto delictual o de inseguridad y de narcotráfico, cree el caldo propicio para generar huelgas de los sindicatos opositores, marchas y reclamos populares, cacerolazos y todo otro tipo de manifestación opositora que pueda alimentar la esperanza de la gente en la aparición de un líder alternativo (en Venezuela fue Capriles, en Argentina lo es Macri, y antes probaron con Massa, que no cumplimentó el perfil requerido) al que producido el caos, agregado a las maniobras económicas y de especulación de los grupos del capital concentrado, seguramente generarían el marco propicio para una devaluación y el retorno al neoliberalismo y a las políticas de ajuste del FMI.

Este candidato, sería ampliamente ungido y protegido por los medios de comunicación social, en todo el país y el Continente, con expreso aval de la Sociedad Interamericana de Prensa.

Seguramente, un 30 por ciento de la población argentina, compró el relato opositor, y manifestó un odio tremendo hacia los Kirchner, y particularmente hacia Cristina. En la clase media, que se duplicó en esta década, el histórico "medio pelo", que tan bien describiera Jauretche, se comportó como él lo predijo. Compró el libreto opositor completo, sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, Rosario y Córdoba, y en general en la pampa húmeda, aliándose con las clases dominantes, aunque curiosamente ambos sectores fueron los más beneficiados por el gobierno peronista.

A ellos se venían sumando sectores de sindicatos o intendentes, que, aunque de origen peronista, tenían intereses sectoriales encontrados con el proceso de redistribución que se venía realizando en el país, y que seguramente harían sonreír de gozo a Perón y Evita.

Pero de pronto, el relato opositor empezó a quebrarse. El pueblo, que no es "la gente" como dicen ellos, cada vez más claramente advirtió que la oposición no tenía proyecto, que "el cambio" es el que se había dado en el 2003; que en realidad Magneto y su candidato Macri, sólo pretendían volver a la política neoliberal de la década del ‘90: bajar salarios, suspender las jubilaciones y su movilidad, parar los gastos en Educación, en las Universidades y en Ciencia y Tecnología, pagar a los acreedores externos todo lo que reclaman, aunque fuera un abuso del derecho, un anatocismo, y una lesión enorme, liberar a los grandes productores del campo de las retenciones, y volver a endeudar a una nueva generación de argentinos.

El odio que destilan sus espadas mayores, Carrió y Lanata, dejó de prender. Massa, abandonado a su suerte, se encuentra mendigándole a Macri que le acepte ser candidato a gobernador, perdedor en el espacio del Pro, decenas de intendentes y cientos de dirigentes, encandilados otrora por el falso oropel del tigrense, retornan al Frente para la Victoria.

El propio Durán Barba, principal asesor de la campaña de Macri, le hace saber que la economía está creciendo, que el país no va a estallar y que Cristina es prácticamente imbatible. Con lo cual le recomienda no aceptar a Massa, y conseguir un honroso segundo puesto que le permita conducir una expectativa para dentro de cuatro u ocho años.

En ese marco, la FAO premia a Cristina y al Peronismo, por haber conseguido disminuir el hambre y mantenerlo por debajo del índice del 5%.

Y le brinda a la Presidenta el escenario propicio para realizar su disertación más brillante, y espiritualmente potenciada por la afectuosa conversación con Francisco. De allí, la serenidad y la fuerza que revelaba su semblante, y que sólo transmiten quienes sienten la satisfacción por la responsabilidad y el deber cumplido, conscientes también de lo que falta realizar.

Llega pues, el momento en que el pueblo argentino deberá optar: o profundizamos el cambio que realizamos en el 2003, con todas sus manifestaciones, o volvemos a la década del ’90, al endeudamiento externo, al desempleo, a la desindustrialización a la rebaja de los salarios y las jubilaciones y la pérdida de todas las conquistas sociales. El amor o el odio. Claramente, el amor vencerá al odio.

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