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El Vía Crucis de un jubilado para conseguir su medicación. Por Claudia Ainchil

Todos los días dentro del Portal un Blog. Hoy, una historia vivida en un consultorio de un medico de cabecera

28.02.2024 09:01 |  Noticias DiaxDia  | 

Hoy lancé una frase delante de personas, dije "llegar a ser jubilado y estar rogando por un medicamento, que triste", lástima que esas personas no reaccionaron y bajaron la cabeza como diciendo no me quiero meter en problemas. Es que en realidad no se quieren meter en problemas por un otro, un desconocido con un problema. Ellos tienen sus propios vía crucis, no les alcanza la plata, dependen de la buena voluntad de quien tiene la varita mágica que les suministra recetas para sus remedios, órdenes para atenderse con otros profesionales, o para estudios clínicos. Es entendible y no. Siempre considere que la solidaridad debe primar en cualquier situación, que el no te metas es la quintita propia, es la anti solidaridad, es no pensar en el otro como par sino como alguien que puede poner en peligro la tranquilidad propia.

El institucional expresa: El Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, más conocido como PAMI fue creado en 1971 con el objetivo de brindar asistencia médica integral a las personas mayores."Tu Médico/ Médica de Cabecera atiende en consultorio, brinda atención ambulatoria en caso de ser necesaria, prescribe medicamentos, lleva tu historia clínica, indica tus estudios de diagnóstico, te deriva a un especialista o centro de salud y realiza tareas de prevención". Lo que no dice la explicación es que tu médico de cabecera te tiene que tratar con respeto.

Acompañé a un señor jubilado al consultorio de su médico de cabecera para que le hiciera las recetas electrónicas que hace un año y medio todos los meses le hace. Antes se las enviaba por mail, él las recibía e iba a la farmacia a retirar la medicación. Pero este mes ocurrió algo insólito, su médico no enviaba las recetas. Cuatro mails solicitándole las papeletas y nada. Al no tener los medicamentos para su enfermedad y con síntomas visibles ante la no toma de ellos concurrió el viernes pasado al consultorio y su secretaria, como sacándoselo de encima, sin dejar que hablara con el médico le dijo que llamara por teléfono, y que casualidad el teléfono no funcionaba. El había llamado un montón de veces antes de presentarse en el lugar y la llamada se cortaba instantáneamente.

Esta semana volvió a intentar que dicho médico le diera sus tan imprescindibles remedios, esta vez lo acompañe y al llegar una joven muchacha, cuando le quise decir el nombre para que lo anotara, se desentendió del tema y dijo que nos sentemos a esperar. El medico se ocupaba el de determinar quien pasaba a su consultorio. Todos y todas las jubiladxs que allí estaban (con cara de corderos a punto de ir al matadero) no esbozaban ni una sílaba. El doctor en cuestión los y las trataba mal cada vez que aparecía en la sala de espera. Le faltaba el rebenque. Y todes callades. Tan mudos que daba impotencia.

Cuando nos tocó el turno, o mejor dicho cuando se enteró del por qué estábamos ahí su virulencia se hizo más patética, un loco con navaja, pensé mientras intentaba hacerme escuchar por un hombre machirulo que solo se escuchaba a sí mismo.

Estaba decidido a no hacerle las recetas porque a él evidentemente no se le daba la gana y a esa injusticia le agregaba el maltrato, el grito impune, la falta de respeto. Unas lágrimas corrieron por mis mejillas, y que fue del juramento hipocrático, ¿el que dice “Hacer de la salud y de la vida de vuestros enfermos la primera de vuestras preocupaciones”?.

Lloré de impotencia, de rabia al ver como se pisotea a los más desprotegidos, lloré al verlos y verlas a quienes estaban poniendo sus cabezas para ser cortadas por un remedio, una orden de estudio, un turno para ser atendidos. Nadie esbozo un mínimo comentario, estaban acostumbrados a ser tratados de esa manera.

No todos los médicos de cabecera son como este hombre, es cierto, pero existen, están con diferentes nombres, profesiones y no hay que disculparlos, no hay que callarse ante su maltrato, hay que hacerse oír. Lo peor es el silencio.

Ah, no le dio las recetas al señor jubilado, expresó que más tarde las haría, jugando con la necesidad de lo que significa depender de una medicación. La muchacha que nos acompañó hasta la puerta del edificio, la misma que no quiso tomar los datos y nos mandó a sentar, dijo "no hay que contestarle".

A los minutos las recetas llegaron al mail. La pseudo vaca sagrada quiso aleccionarnos, jugó con la necesidad, en vez de facilitar las recetas en el momento para poder ir a la farmacia, no, apretó el enviar cuando nos fuimos del consultorio.

Llegar a ser jubilado y estar rogando por un medicamento, ¡qué triste!

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