Celebración. Éxodo Jujeño, 23 de agosto de 1812. Por Susana Quiroga
ancha tierra del alma,
un día pediré fuerzas al cielo
para cantarte, ¡oh patria! ” (Raúl Galán)
22.08.2024 08:28 | Noticias DiaxDia |
Al imaginario colectivo le interesa conocer las investigaciones que se realizan en torno a la misma. Sabe que hubo varios éxodos, algunos más intensos que otros, pero sabe también que lo que se destaca en todos es el sacrificio de la gente que habitaba esta tierra jujeña. Las anécdotas que giran sobre discusiones efímeras, si hubo o no incendios de las casas que quedaban, destrozos, como las recordamos en las celebraciones, pierden importancia ante la idea del sacrificio de su gente. Lo cierto es, que fue tierra arrasada, asolada, devastada para no dejar comodidades a los realistas que avanzaban
Los jujeños debían obedecer la orden expresada en el Bando de Manuel Belgrano:
“... Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres...”
Y así sucedió, orden terminante y precisa: no debía quedar nada que fuese de provecho para el adversario; ni casa, ni alimentos, ni un solo objeto de utilidad. Entonces, la población jujeña cumplió y con dolor abandonó el solar nativo acompañados del frío y la ventisca invernales dejando al enemigo tierra arrasada.
Esta recordación nos invita a reflexionar sobre el concepto de Libertad por el que se luchaba en el arduo camino de su independencia. Toda celebración no solo se constituye en un hecho histórico sin que se lo enriquece en el intento de tocar la emoción con la evocación del sacrificio y el deseo de prosperidad de la patria chica.
Y nos decimos :
¡Ay, patria mía, nuestra ...! Que logremos cimentar nuestro amor con acciones positivas, fraternas, igualitarias y justas. Que nunca perdamos de vista el espíritu del Hombre que vive, sueña, sufre y labora, en este contexto que amamos.
Que el sacrificio realizado en aquellos días no haya sido en vano.
Imaginamos el dolor del exilio, la incertidumbre del abandono. Miramos el cielo de agosto iluminado por una luna espléndida y pensamos desde lo femenino, en los varones y mujeres, hijas, novias, madres, en el sufrimiento de los jujeños de aquel momento.
Sí, el éxodo sucedió aquí, en el norte, en Jujuy, en mi Jujuy, donde nació la patria.
DICE LA NIÑA
Mi casa cerrada, papá ha puesto tablas en las ventanas, en los galpones. Con el caballo ha pisoteado los sembrados. Solo aroma a alfalfa, a yerbabuena flota en el aire. Nos vamos. Nos vamos cuando la aurora. Me duele el pecho, tengo miedo y pena, dejo mis cositas.
Mamá me dice que marcharemos hacia el sur al amanecer con el frío del invierno, con estos vientos calurosos de las tardes que nos llenan de hojas de tierra de lamento.
Tenemos que huir, el enemigo está llegando. Diosito, que no nos vea que no nos aprisione que no nos aplaste ni esclavice.
Tengo un miedo grandote que me atraviesa el cuerpo, me llega aquicito al corazón, me tapa la boca me calla se trepa a mis espaldas. Tiemblan mis manos y las de papá, de mamá.
¡Ay, Pachamama! No nos abandonés, encubierta queda la apacheta. Sus piedras tapan mi muñequita, mis juguetitos... y mis lágrimas. Cuidámelas.
Sí, el general Belgrano es fuerte, bravo. Sus ojos cuando me miran se hunden en los míos y me espanto. Dicen que está enfermo, y yo escondida detrás de la piedra alta lo veo va viene montado en su caballo no descansa ni con la fiebre que tiene revisa las casas los avíos mira todo todo todo ... no se detiene pobrecito pobrecito... Cuando leyó el terrible bando su voz era firme y dura:
“...Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres...”
Orden terminante, nos indicó que no debía quedar nada que le aprovechase al enemigo ni casa ni alimentos ni nada nada nada. Así esos soldados extraños se volverían por donde vinieron.
Dicen mis padres que el general es un gran soldado, que nos señala un rumbo, un nuevo destino que es la luz que nos guía. Por eso debemos seguirlo.
¡Ay, diosito, qué peso fiero en mi pecho! Menos mal que marcho con mis papitos. Ellos siempre a mi lado protegiéndome. Se queda mi casita oscura, encerrada, mis cosas mis plantitas tristes, solas.
¡Pachamama, ayudános! ¿Volveré algún día? ¿Las encontraré? ¿Volveremos?
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