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Poemas de Valeria Cervero (Buenos Aires)

26.12.2024 14:29 |  Noticias DiaxDia  | 

De Ctalamochita (Barnacle, 2020)

21.
La escritura viene y va. Nos moja y deja en el silencio que nos escribe. Un silencio más acá de los árboles y las gotas de lluvia. Un silencio que pone afuera cada sonido del mundo.

22.
El olor a tierra húmeda se adueña del jardín y trae otras tormentas. Otros veranos en que todo podía perderse bajo el agua, hasta que dejara de ser el tiempo que promete. ¿Quién nos librará de lo que moja y vuelve?
[…]

24.
La belleza no se separa del mundo. El sonido del agua es el sonido del primer día. Tal vez por eso no sabemos qué decir. Las palabras fluyeron hasta quedarnos sin nada.

25.
El sol les da a pleno en medio del agua. La silla y el libro quedaron abandonados en esta parte donde impera la sombra. Aún así nos toca el calor. La claridad supera a lo oscuro en casi todos lados.
[…]

28.
El poema se escribe a orillas del río. Cada palabra es una piedra mojada que produce sus propias ondas, sus propios recovecos.

29.
El motor de la heladera vieja establece continuos. El aire fresco se filtra por las ventanas y promete un mejor clima adentro. Desde el patio pueden verse relámpagos que miden el tiempo de la próxima tormenta. Ya no soy ese único sonido.

30.
Asomadas a la ventana vemos la noche invadida de luciérnagas. Cada luz es un anuncio. Cada ausencia de luz, un secreto que se guarda para compartir en otro momento.

31.
El agua es más fría cuando se la presiente. Si dejás que llegue al cuerpo pronto, regala su tibieza y parece acunarte.
Las chicas en el agua son sirenas perdidas. Cantan y gritan sólo para ellas mismas. Para alterar el río. Para hacerlo más bello y más joven.
[…]

34.
No es la piedra de Watanabe, pero también recuerda otras resistencias. En medio del río, nos ofrece un descanso y lo aceptamos sin recelo. Piedras más pequeñas la rodean como si fuera una reina en el agua. Sus superficies son pura dureza que seduce.

35.
La piedra también cuenta. Guarda la historia de medio milenio atrás. La piedra es la historia. Morteros de familias o alero del chamán. El paisaje es la casa que perdura.
[…]

38.
El cuerpo humano tiene su propia memoria. Hecha de dolores, deseos y debilidades. El cuerpo de un árbol recuerda las tormentas y las sequías, la escasez y la abundancia. Todos los cuerpos tienen sus huellas. La escritura es el cuerpo que no olvida.
[…]

44.
Agua y piedra pueden ser la combinación perfecta. El alma del río está guardada allí, entre las dos. Donde el sonido de una sobre otra invade todo y se lleva las voces de quienes amamos.

De Agujeros en la superficie (sale por Kintsugi Editora en abril de 2021)

Si fuéramos agujeros en la superficie,
lugares para entrar hacia el sonido
de la campana o de las alas de los insectos,
si guardáramos el borde de cada día,
esa canción que se repite
del otro lado de la ventana
y acerca a las niñas que creíamos ser,
tal vez ya no volveríamos a otro recuerdo
que no fuera lo que ardía antes
de la primera partida,
de la primera voz sin recovecos.
Ella dijo: "¿Cómo te despides de alguien
si no sabes por qué se fue?";.
La búsqueda sigue siendo ese arco
de nueva resurrección.

*

Nací el mismo día en que mi padre y que la madre de mi padre.
Esas coincidencias se dan en mi familia.
Mi abuela también murió la misma mañana
y casi a la misma hora en que nació mi sobrino.
En su agonía, ella esperaba al bisnieto
como si hubiera querido protegerlo mientras llegaba a este mundo.
Fui la última en hablar con ella, aunque tal vez no me escuchara.
Después de eso ya no despertó.
También fui la última que habló con la madre de mi madre
antes de que muriera en un colectivo.
Su corazón dijo demasiado pronto que no podía seguir.
Lo último que le escuché decir a mi mamá
fue el nombre de mi hermana pidiéndole algo.
Las mujeres de mi familia murieron solas o acompañadas,
pero dejaron sus voces sonando en el recuerdo antes de irse.
Tal vez haya sido una forma de legado,
una manera de tocar los otros cuerpos desde la lejanía.
No busco entender las vueltas que da la propia historia o la ajena.
¿Qué encanto tendrían entonces?
Dios tal vez sea todo lo que no logro comprender
pero no llega a parecerme absurdo.

*

Tal vez lo que quede simplemente sea el hueso,
el que hizo de sostén todo este tiempo,
antes y después de la caída,
de la aparición en medio de la tarde
–como una maravilla
de puro olor a jazmines–,
el hueso, en medio de un cielo
que no es cielo ni arte.
¿Porque cuántas vidas abarca una vida?
¿Cuánto amor puede guardar un cuerpo?
Pero el hueso sigue ahí,
en la espera, en la dicha,
en el borde de tanto,
como el ojo del tigre en la espesura
o un destello infinito 
en el desierto.

Valeria Cervero nació en 1972 en Buenos Aires (Argentina), ciudad donde vive. Algunos de sus libros son Sin órbitas (2016), madrecitas (2017), Seres pequeños (2018), Sibilejo (2018), Ctalamochita (2020) y Agujeros en la superficie, que en los primeros meses de 2021 publicará la editorial Kintsugi. Compiló Poeplas. Antología de poesía argentina para chicos. Desarrolló diversos proyectos de difusión de poesía y crítica, de manera individual y colectiva. Desde 2013 lleva adelante el blog De lo que no aparece en las encuestas, antología de poesía editada recientemente en el país. 
Integra el staff de la revista digital de poesía Op. cit. y es una de las organizadoras de Poeplas,proyecto dedicado a la poesía para las infancias.




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