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Poemas de José Emilio Pacheco (México)

27.06.2025 08:00 |  Noticias DiaxDia  | 

Conversación romana (1967)
 
        Oremos por las nuevas generaciones
         abrumadas de tedios y decepciones;
         con ellas en la noche nos hundiremos.
                   AMADO NERVO, 1898
 
En Roma aquel poeta me decía:
–No sabes cuánto me entristece verte
escribir prosa efímera en periódicos.
 
Hay matorrales en el Foro. El viento
unge de polvo el polen.
 
Ante el gran sol de mármol Roma pasa
del ocre al amarillo,
el sepia, el bronce.
 
Algo se está quebrando en todas partes.
Se agrieta nuestra edad.
 
Es el verano
y no se puede caminar por Roma.
Tanda grandeza avasallada. Cargan
los coches contra el hombre y las ciudades.
Centurias y falanges y legiones,
proyectiles o féretros,
chatarra,
ruinas que serán ruinas.
 
Hay hierbas,
adventicias semillas en el mármol.
Y basura en las calles sin memoria:
plásticos y botellas y hojalata.
Círculo del consumo: la abundancia
se mide en la basura.
 
Hace calor. Seguimos caminando.
No quiero responder
ni preguntarme
si algo escrito hoy
dejará huellas
más profundas que el polen en las ruinas.
 
Acaso nuestros versos duren tanto
como el modelo Ford 69
–y muchísimo menos que el Volkswagen.
 
BIRDS IN THE NIGHT
(Vallejo y Cernuda se encuentran en Lima)
 
            Al partir de las aguas peruanas, la anchoveta ha
            puesto en crisis a la industria pesquera y ha
            provocado, en las ciudades del litoral, la invasión
            de las hambrientas aves marinas.
                     EXCÉLSIOR, 1972
 
Toda la noche oigo el rumor alado desplomándose
y como en un poema de Cisneros,
albatros, cormoranes y pelícanos
se mueren de hambre en pleno centro de Lima,
baudelaireanamente son vejados.
 
Aquí por estas calles de miseria
(tan semejante a México)
César Vallejo anduvo, fornicó y deliró
y escribió algunos versos.
 
Ahora sí lo imitan, lo veneran
y es “un orgullo para el Continente”.
 
En vida lo patearon, lo escupieron
lo mataron de hambre y de tristeza.
 
Dijo Cernuda que ningún país
ha soportado a sus poetas vivos
 
Pero está bien así:
¿No es peor destino
ser el Poeta Nacional
a quien saludan todos en la calle?
 
En resumidas cuentas
 
¿En dónde está lo que pasó
y qué se hizo de tanta gente?
 
A medida que avanza el tiempo
vamos haciendo más desconocidos.
 
De los amores no quedó
ni una señal en la arboleda.
 
Y los amigos siempre se van.
Son viajeros en los andenes.
 
Aunque uno existe para los demás
(sin ellos es inexistente),
 
tan sólo cuenta con la soledad
para contarle todo y sacar cuentas.
 
Partir
 
Partir, extraño verbo con dos puntas hirientes,
lanzas que afilan la separación, la desesperada
tarea de desunir el desenlace.
 
Partir: deshacer un todo en partes iguales o desiguales.
Marcharse, irse, decir adiós, empezar de nuevo,
otra vez como náufrago,
como lombriz en pedazos.
 
Próceres
 
Hicieron mal la guerra,
mal el amor,
mal el país que nos forjó malhechos.
 
Fotos
 
No hay una sola foto de entonces.
Mejor así: para verte
necesito inventar tu rostro.
 
Gota de lluvia

Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.
Toda la noche estaba en esa humedad sombría
que de repente
iluminó la luna.

Indeseable

No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.

Las flores del mar

A la memoria de Jaime García Terrés

Danza sobre las olas, vuelo flotante,
ductilidad, perfección, acorde absoluto
con el ritmo de las mareas,
la insondable música
que nace allá en el fondo y es retenida
en el santuario de las caracolas.

La medusa no oculta nada,
más bien despliega
su dicha de estar viva por un instante.
Parece la disponible, la acogedora
que sólo busca la fecundación,
no el placer ni el famoso amor,
para sentir: ­Ya cumplí,
ya ha pasado todo.
Puedo morir tranquila en la arena
donde me arrojarán las olas que no perdonan.

Medusa, flor del mar. La comparan
con la que petrifica a quien se atreve a mirarla.
Medusa blanca como la X’Tabay de los mayas
y la Desconocida que sale al paso y acecha
desde el Eclesiastés al pobre deseo.

Flores del mar y el mal las Medusas.
Cuando eres niño te advierten:
Limítate a contemplarlas.
Si las tocas, las espectrales
te dejarán su quemadura,
la marca a fuego, el estigma
de quien codicia lo prohibido.

Quizá dijiste en silencio:
­Pretendo asir la marea,
acariciar lo imposible.

Nunca lo harás: las medusas
no son de nadie celestial o terrestre.
Son de la mar que no es ni mujer ni prójimo.

Son peces de la nada, plantas del viento,
quizá espejismos,
gasas de espuma ponzoñosa

En Veracruz las llaman aguas malas.

Lluvia de sol

La muchacha desnuda toma el sol
apenas cubierta
por la presencia de las frondas.

Abre su cuerpo al sol
que en lluvia de fuego
la llena de luz.

Entre sus ojos cerrados
la eternidad se vuelve instante de oro.
La luz nació para que el resplandor de este cuerpo

le diera vida.
Un día más
sobrevive la tierra gracias a ella

que sin saberlo
es el sol
entre el rumor de las frondas.

José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 30 de junio de 1939 - 26 de enero de 2014). Fue Poeta, narrador, ensayista y traductor, considerado uno de los escritores más importantes de la literatura mexicana del siglo XX.

Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde inició sus actividades literarias en revistas estudiantiles. Colaboró en el suplemento Ramas Nuevas de la revista Estaciones, y fue jefe de redacción del suplemento México en la Cultura. Fue profesor en universidades de México, Estados Unidos, Canadá e Inglaterra.

Su obra poética, caracterizada por la depuración extrema de elementos ornamentales, destaca por su compromiso social con su país. Temas como el paso del tiempo, la vida o la muerte vertebran su obra. De su poesía destacan Los elementos de la noche (1963), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Los trabajos del mar (1984), Miro la tierra (1986) y Ciudad de la memoria (1989).

Su obra narrativa destaca por la experimentación en nuevas estructuras y técnicas narrativas. Temas como la pérdida y singularidad de la niñez, así como la relaciones afectivas son recurrentes en su obra, aspectos todos ellos enmascarados por su preocupación social e histórica de México. Como narrador destacan sus relatos El viento distante (1963), El principio del placer (1972), La sombra de la Medusa y otros cuentos marginales (1990) y la novela Morirás lejos (1967) y Las batallas del desierto (1981). Sus artículos y ensayos son numerosos y casi todos versan sobre literatura, aunque también abordan asuntos políticos y sociales. Destaca también su labor como editor y traductor.

Entre los galardones otorgados destacan los premios Magda Donato (1967), Xavier Urrutia (1973), Premio Nacional de Periodismo (1990), Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de la lingüística y literatura (1992), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009) y el Premio Miguel de Cervantes (2009). 
(Instituto Cervantes)

 
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