Las casas de Alberto Cisnero. Por Pablo Queralt

Construye las casas el verso con su voz, arquitecto, alfarero de escuchar, ver para luego hablar así Cisnero avanza en su libro. En un dibujar sobre el cuerpo para establecer una identidad, lo propio entre lo que se oculta. Usa el punto para pausar la voz, de corrido sigue en minúsculas porque todo tiene un mismo modo, tono, sentido en un recordar. Las luces, la niebla, los colores los secretos que exceden al corazón, porque todo muda. Por eso canta. En una calma natural en el transmutar, trasladar líneas de sentido, un socavar en la inflexión de las cosas, el hablar como instancia creativa a partir de las cosas ya creadas. Un movimiento creativo procesual a partir de enunciaciones que se despliegan en todas direcciones a través de campos de universos de referencia. Allí los recuerdos o escenas presentes se hacen verso, poema. Examinando todo y sobre todo las cosas que nunca se volvió a saberse de ellas. Como paso, marca de vida, y un hablar también con el libro en construcción a la manera de Machado “converso con el hombre que siempre va conmigo” y ese hablar con el texto también construye, es parte del poemario, en la partida del tren, en el fin de la noche el libro ya fue usado -en el propio autor- como respuesta cuando basto solo ser feliz. Sin importar que antes hubo otros pero que han muerto para dar bienvenida a otros- colores, detalles, espacios en blanco-. Palabras elocuentes, palabras de adobe, refinadas otras juegan su coreografía cada paso adelante, espejo-realidad de lo que se ve: sus muertos que vivieron y dieron su fin sin olvidar sus nombres verdaderos y completos. Así vamos desde la primera huella cargados de imágenes y recuerdos nidos de conciencia y corazón del que se compromete y declara su propia guerra civil, ese es el estado, verdadero ritmo del que busca desesperado algo que desapareció con las palabras que fuesen esas y no otras, en ese suelo de la transducción, translación, traducción. Explorar los caminos de los sentimientos, transitar la tristeza, el dolor, la efímera alegría, y ahí la derrota de un mundo, la realidad desaparece y perfila otra nitidez, otra orilla. Las casas se derrumban y otras florecen en las cosas que siempre uno hace y se interrelacionan, tejen un destino, una dirección. Todo brilla en el libro en esta partitura del tu a tu, esa confidencia del momento, un no hallar una puerta abierta cuando son muchas las preguntas. Cabalgar las pasiones, un andar de este libro sin nada que agregar más que aceptar el funeral, la finitud, testigos como corresponde. No esperanza, si estamos aquí es porque lo vamos conseguir, la actitud que vence la palabra, y forja lo estrictamente veraz con ojos de reportero que sabe qué color tiene su sangre. La luna siempre presente limpiando de plata el secreto, los patios, la casas, el canto, la biografía, la lista de sus obras, pilar, piedra basal de su obra este Las casas, se dice que los primeros libros son la semilla, el germen, la potencia, en él está toda la obra, que aún no vio la luz, no está ahora pero luego será. Este libro es salir bajo la lluvia para cumplir esa necesidad de protegernos allí a la intemperie en la casa de todos. Un cantar las propias cantigas bajo la nieve de los recuerdos, un hablar con uno, dos o tres como cumpliendo con un mandato médico para ordenar las palabritas y que canten, bailen construyan la felicidad del propio conocimiento del propio territorio existencial donde lo incorpóreo gana y acerca la distancia para poner el lugar existencial en su razón de estar ser-ahí. Tener un llamado y no negarse a contestarlo pues siempre está ahí en la cabeza con ese niño adentro disparando para que las palabras no sean mecánicas sino palabras llenas cargadas de sentido, vivas de poesía por esos campos atemporales que el libro lleva en su mochila. Se ve la fisiología del hablante que arremolina en su voz como dijo Walter Cassara de este libro “quien quiera hablar primero que se oiga”. En fin la casa el lugar seguro donde ya se aprendió lo que se debía saber, donde nunca vamos a estar más cerca, un lugar donde vivir para siempre, la idea de estar a salvo, ese lugar que buscamos.