cultura-de-jujuy-a-tierra-del-fuego |
DOSSIER 10 POETAS ARGENTINXS NACIDOS EN LOS 90. Andrea Marone (Mendoza- Buenos Aires). Por Sergio Morán
16.11.2025 17:49 |
Noticias DiaxDia |
¿Qué es la poesía para vos? ¿Cuál es su función en el momento presente?
A. M: Quizás quede un poco redundante citar (ya que a fines pedagógicos es más útil que a fines espirituales) la definición de poesía de Ezra Pound. Pero sigue siendo la más satisfactoria para mí: una concatenación entre imágenes, ritmos y la danza del intelecto con las palabras.
Sin dudas la poesía, la escritura, es mucho más que eso, es una antena desde la que engrandecer la experiencia sensible. ¿A qué me refiero? Para poner un ejemplo puntual diré que estoy releyendo ‘El diario del dinero’ de Rosario Bléfari, encontré una entrada en la que comenta que tiene un tema (4) en el que musicaliza un poema de Rubén Darío. A este poeta modernista me lo recitaba mi abuela cuando era niña. Entonces, la poesía activa la memoria, el vínculo con mi pasado, estimula las conexiones neuronales, es siempre ganancia, enriquecimiento, ritmo que conecta dimensiones temporales. Ofrece la experiencia de ponerme a escuchar la música de Rosario, diálogo con los muertos y los vivos, diálogo sensible.
A su vez, muchas de las relaciones más significativas que tengo actualmente me las ha brindado la poesía como lenguaje en común. Por eso creo que hay una relación intensa que se establece entre la dimensión de lo real y la palabra. Vivir entre lecturas es jugar con fuego, con otros sentidos que ensanchan la conexión, si se quiere habrá quien le diga con Dios, pero me refiero al magma creativo, la cadena de significantes, eso que concatena las casualidades, que da forma y deforma nuestro mundo.
Por eso quizás me parece cuestionable cuando voy a una lectura de poesía en Caba y la gente habla de su deseo de ser un helecho natural. Considero que existe, no un compromiso con lo genuino, pero sí una serie de lenguajes que algunas personas manejan y otras no a partir de la experiencia. Sí viviste toda tu vida entre edificios, no quieras hablarme del árbol del ceibo o de la vid, porque te falta la experiencia de contacto real con estos elementos. Obvio que hay un espacio que brinda la imaginación, pero es difícil contar con las palabras suficientes a la hora de nombrar un objeto, si estás muy lejos de ese campo semántico. Ahí viene el compromiso, uno escribe o debe escribir sobre sus obsesiones y prioridades, sobre sus fantasías y luchas, a partir del conocimiento. Así como un científico describe el comportamiento de un animal, luego de estudiarlo, el trabajo con la palabra también requiere un estudio previo, aunque sea, de las palabras que rodean el objeto que me interesa.
¿Qué poéticas te interesan?
A. M: Me gustaría mandarles una foto de mi biblioteca, porque me cuesta hacer una síntesis. Ando muy visual últimamente. Me organizo. A nivel poesía en lengua extranjera últimamente he releído a Rimbaud y Artaud para un taller que dicta Gerardo Jorge con Arturo Carrera en el Malba, quedé bastante hipnotizada con eso. Me interesa la noción de la poesía como una suerte de purga o exorcismo, el trabajo con la palabra como una decisión vital que pone en riesgo la propia vida. Entre los autores latinoamericanos me interesan las poéticas de Blanca Varela, Rosario Castellanos y Mario Montalbetti. Leí hace poco unos poemas de Mariane Moore, que me parecieron geniales, en cuanto al canon Yankee. En mis lecturas nacionales disfruto mucho a Juana Bignozzi, Susana Thénon y Claudia Masín. En fin, una cosmogonía de lecturas que crece cada mes, así como me voy quedando sin espacio en casa para guardar los libros.
¿Cómo definirías tu propia poesía?
A. M: Trabajo mucho con las imágenes en mis poemas, me gusta crear imágenes, dislocar el sentido de lo que vengo diciendo a través de ellas, siempre con una propuesta desde el ritmo. Recito en voz alta todo antes de pasarlo a su versión en Word. Me gusta pensar que soy surrealista, en un sentido revisionista del término, no llego a la desarticulación de sentido, pero juego con ello. Uno de mis poemas preferidos de ‘Arterias’ dice:
‘En mis párpados cerrados / conspiran los frutos por nacernos. / Hablan con la trayectoria del caer de sus pétalos. /Fértiles por saldar la herida / ensayan partos mudos’.
Una vez una poeta muy reconocida me refutó el hecho de sentirme surrealista. Otra vez otra poeta muy reconocida me preguntó si me sentía surrealista. En fin, los dejo que juzguen ustedes.
En tu opinión ¿qué poetas han influido en la poesía joven del país o de tu provincia?
A. M: Prefiero hablar de mi provincia porque es donde tengo el corazón, Melissa Carrasco y Sandra Flores Ruminot han sido dos referentes. Patricia Rodón, con su libro Tango rock y Eliana Drajer, con su libro Muñequitachocadora.
También, el poeta (y mi profe de lengua de la secundaria), Gastón Ortiz Bandes, ha sido una persona que formó mi sensibilidad lectora. Eternamente agradecida. Más grande, cuando ya me vine a Buenos Aires conocí y leí con admiración a Sabrina Usach, a ella le debo mucho también.
En cuanto a las poéticas más centrales, disfruté demasiado el libro La bestia ser de Susana Villalba y Puctum de Martin Gambarotta.
Andre ¿querés agregar algo que creas importante sobre este momento de la poesía?
A. M: En “Extracción de la piedra de la locura”, Pizarnik dice “escribir es buscar en el tumulto de los quemados el hueso del brazo que corresponda al hueso de la pierna. Yo restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de muerte". Cuando pienso la relación entre el presente y la poesía, o en su defecto, la relación de la escritura de poemas con la realidad se me abren dos vías de reflexión, por un lado, pienso que la poesía no tiene una función en términos productivos, por lo tanto, no creo que tenga que adecuarse a rajatabla al momento histórico, ya que el espacio de la creatividad y de las ideas se configura más cerca de la torre de cristal que del barro. Uno crea cuando las condiciones están dadas para hacerlo y eso demanda una serie de comodidades necesarias que poco tienen que ver con la realidad social. Pero, como dice Pizarnik, hay algo que ocurre con la palabra poética que puede ser un catalizador, desde el lenguaje, de las heridas de la vida. Tamara Kamenszain en ‘Libros chiquitos’ no deja de señalar que cuando una amiga se quedó viuda, enviarle un poema sobre la viudez fue, de alguna manera, sanador. La poesía no tiene que sanar, pero puede hacerlo. La poesía no tiene que funcionar para comunicar, pero puede hacerlo. La poesía no necesita ser útil, pero vaya que en algunos momentos lo es.
Creernos exentos del contacto con los temas de época en nuestra obra es una ingenuidad. Me ha pasado ir a eventos de poesía en días claves de la historia mundial, días en los que ocurren elecciones o decisiones políticas importantes, y que los poemas sean absolutamente impermeables a ese contexto. No solo los poemas, sino también los artistas como individuos. Que los poemas no tengan nada que ver, no se dejen ni siquiera salpicar por la realidad, me parece contradictorio. Cuando los grandes maestros de la historia escriben sus obras, claro que dejan entrever aspectos de la política del momento, o de otro momento histórico, incluso en los poemas más románticos hay una observación del entorno, un afán por ser preciso. Las torres de cristal son transparentes, hay ventanas desde donde mirar el mundo, y los escritores creo que deben ser sensibles a observar desde donde les toque.
En este momento el mundo se está prendiendo fuego, en términos metafóricos, creo que evadirse de estos problemas estructurales de nuestra especie da cuenta de la imposibilidad de conectar con el otro, síntoma de época, sin duda, pero síntoma que hay que combatir y como artistas o trabajadores de la palabra deberíamos poder hacerlo a consciencia y desde la afectación.
Presentamos una breve selección de poemas de Andrea Marone:
SOBRE EL MAR CAMINA LA TORMENTA
parcas de alas raquíticas
las olas inundan la costa
salpicando las ruedas de los autos
estacionados en la costanera.
Sobre la arena
mis pies están hundidos.
Caigo
con ritmo.
Hay algo aterrador
en la calma que queda
cuando la tempestad termina.
Entre las piedras
apenas se distinguen
los cadáveres de aguas vivas
que la marea arrastró.
Las gaviotas
con los picos desgarran
despedazan la carne
se alimentan de los cuerpos
ruinas invisibles del mar.
*
EL SONIDO DE UNA HOJA
arrastrándose por el pavimento.
Pienso en la distancia
que me separa de la ciudad.
Una araña moribunda se contorsiona en el zócalo.
Todo tiende a desaparecer.
El gato duerme ovillado frente a la estufa.
No digas tiempo,
no digas soledad,
no digas fracaso.
Aprendé a habitar el silencio de las cosas.
De: Arterias
*
Ya no recuerdo el lugar de la herida.
Fue la muerte
no sé si el amor
pero mi corazón —pulpa anaranjada
de mango crudo—
quedó desollado en una estaca
de plaza pública.
Me acovaché como un crustáceo
cuando baja la marea
(sin descuidar el caparazón tornasolado).
Mi ausencia encalló en tu costa brava.
Lo vaticinaban las estrellas:
el ancla desvencijada de la barca
nos destinaba a un tierno vagar.
Fueron meses que pasamos en silencio.
Fui una estatua de sal
un espantapájaros inmolado
en cada ráfaga de zonda.
Céfiro helado cristalizando
el desamparo en mis pómulos
de tela y cartón.
Hay un contraste
entre aquella brisa y el mármol
que recuerda nuestra fragilidad
nuestra convergencia momentánea
vital.
Verde eternidad imposible
en el amor y en la guerra.
Las tardes en duermevela
tiñen mis circunstancias.
Nostalgia de mi reclusión marina
difícil de distinguir, olvidable.
No es trágico
solo una condición de época.
*
Una música triste como de violinista
Que me desvista el tiempo, tu olor a leña. Doy gracias por la sombra de tus manos. Que me acompañes, presuroso, solo en sueños y sea mi ilusión una vela encendida sobre una tabla en el río. Que duelas como rebenque y yo, tu yegua mansa de tanto cargar, responda con un latigazo de mis ojos, prístinos, apenas abiertos por el resplandor de tu ausencia. Que seas el jinete sin cabeza y yo la leyenda pícara susurrada en el oído de un niño, pero que te bese los labios mi recuerdo, en algún futuro imposible, donde sí encastra mi deseo. Mi deseo y el tuyo, tu deseo y el mío —hombre del cuadro a contemplar— soy la espectadora transeúnte de un museo, apenas pasaré mis ojos unos segundos en tu pálido rostro. Hombre pequeñito, sentirás mi amor como un huracán. Yo soy minúscula como un grillo, canto cuando el pasto está verde, froto mis muslos contra tu pecho y brota una música triste como de violinista que ensaya su próxima intervención en la frontera de un país que no podrá atravesar. Que me ames, en fin, que ames mi amor por vos, alguna ecuación posible.
De: Las cicatrices emulsionan mi piel
*
Poema a I.Sat
La educación sentimental de mi generación. Mi educación sexoafectiva. Mi educación desviada del cristianismo pequeño burgués hubiera sido imposible sin las películas de I.Sat. Y no es que fuese una asidua observadora de films para aquella época precoz. La cinefilia vino después. Pero el único espacio de soberanía que encontré lejos de la torre de vigilancia paternal fue en la habitación de huéspedes de la casa de mi abuela donde había una tele huérfana de espectadores. Descubrí mi deseo ahí, cuando ya todos se habían dormido y podía encender la tele y ver películas de I.Sat.
Y entonces, la cachorra de menstruaciones amarronadas descubrió Isat.
I.Sat refugio para vándalos adolescentes freaks, punks, emos, góticos, skinheads, rollingas, desviados, homosexuales, fetichistas, ex adictos a los Sims y al GTA.
I.Sat para los intersexuales, para las hijas pródigas y para las abandonadas.
I.Sat para mis amigas de padres ausentes, para mis amigas tortilleras feminazis y para mis amigas policías. Para las que besaban en las fiestas a cuánto ser se les cruzara por delante, para las que apenas se movían del rincón, para las que vomitaban, para las que iban al VIP y jugaban a pasarse el hielo con la boca, para las que trabajaron de putas y se fueron a Europa, para las que fueron abusadas y no recibieron dinero a cambio, siquiera; para las abolicionistas, para las lefebvristas, para las ateas, para las agnósticas y para las supersticiosas.
I.Sat era un refugio para todas
En: Pop neobarroso (inédito)
Andrea Marone (Mendoza, 1994) publicó los poemarios: Las cicatrices emulsionan mi piel (Fractura, 2025), Arterias (Ediciones Culturales, 2022), La conspiración de los damascos (Ojo de Golondrina, México, 2019) y Vampirización del ego (Mar Adentro, 2017). Obtuvo el primer premio en poesía en el Certamen Literario Vendimia 2021. Su obra ha sido incluida en diferentes antologías, fanzines y manuales escolares. Entusiasta del collage. Colaboradora en revistas de crítica cultural. Es licenciada en Artes de la Escritura por la Universidad Nacional de las Artes y vive en Buenos Aires. Estudió Letras en la UNCuyo.