Agamenón.Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo, de Rodrigo García, es un texto que se desmarca del teatro que le ofrece al público volver tranquilo a su vida cotidiana. Aquí, con la dirección de Emilio García Wehbi, se convierte en una pieza que expone lo dantesco de nuestra sociedad consumista.
Hay gente que se pasa años luchando incansablemente por lo que considera su deber y recién luego regresa a su casa, como Agamenón en la Guerra de Troya, por poner un ejemplo. A otra gente la supera el desafío de ir al supermercado porque no puede ni sostener por un par de horas un objetivo tan básico como la lista de las compras. Por supuesto que no se puede comparar el hecho de enfrentar y hasta matar troyanos con el terrible desafío de resistir los embates del deseo consumista y las tentaciones de las promociones y los packagings.
Lacerado por esta realidad, un tipo vuelve del supermercado y les da sendas tundas a su hijo y a su esposa. Y lo cuenta con soltura, matizando la descripción y sus loas a las golpizas con la nómina de nimiedades inútiles en las que gastó una fortuna. Sin embargo, como todo hombre que se precie de tal, el tipo sabe que para recomponer la armonía familiar no hay nada mejor que ir a comer afuera. Así, rato después, llegan a una mesa en un McDonalds y ahí, con alitas de pollo crocantes, el tipo dice estar explicando el origen de la tragedia contemporánea: una potencia industrial por cada alita, y una pechuga que asume el rol de Estados Unidos. Su ocasional didáctica sobre el funcionamiento del mundo capitalista se completa violentamente con un apoteótico despilfarro de basura.
Pasada esa exasperación que abisma con palabras y nos sopapea visualmente con la desmesura de lo que ocurre, cuando el espectador biempensante que todos llevamos dentro se asquea porque el hecho teatral lo está cuestionando más de lo que habitualmente toleramos, una frase se desliza desde el escenario: “¿Dónde empezó la epidemia de la moderación?”.
En este punto nos vamos a detener. Esa breve pregunta nos jaquea porque, entre las muchas lecturas que podemos hacer de ella, a quienes vivimos hoy en este mundo nos recuerda el renovado llamado a la moderación, discurso que se reaviva desde los poderes consolidados cuando los pueblos recuperan protagonismo político y discuten –con pensamiento y con acciones– el reparto de la torta. La moderación, entonces, se parece demasiado a una epidemia inoculada en la sociedad para debilitar el avance de los postergados, para paralizar a quienes viven de y entre los desechos de los grandes capitales cuando pretenden ponerse de pie.
El espectáculo tenso, violento, desbordado que ofrece este tipo con su discurso y sus acciones no es más que la reacción de cualquier sujeto (individual o colectivo) ante una presión constante. Paradójicamente, lo que no solemos ver (ni asumir ni entender) es que esa presión soportada se origina en el exceso de unos pocos. Eso si: no le pedimos moderación a los Costantini, a los Rocca, a los Bulgheroni, a los Eurnekian, a los Pérez Companc, pero a este tipo sí. Y, lo que es peor, a nosotros mismos también.
¿Revolución? No, ni hablamos de eso, por supuesto. Que somos gente civilizada. A lo sumo, canalizaremos la violencia que nos oprime dándoles una buena paliza a nuestros propios hijos.
Lucho Bordegaray
La ficha artística y técnica y la información de las funciones de esta puesta de Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo las encontrarás actualizadas en http://www.alternativateatral.com/obra24078-agamenon-volvi-del-supermercado-y-le-di-una-paliza-a-mi-hijo