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Los privilegiados del limbo

 Ezeiza, el retorno de Perón, la lucha por heredarlo, la fragmentación del peronismo. Una propuesta para reflexionar sobre ese hecho histórico. ¿O sobre un continuo sin tiempo? Y si veinte años no es nada, ¿cuarenta años serían dos veces nada? 

Los privilegiados del limbo

21.06.2013 06:24 |  Bordegaray Lucho  | 

 Según la doctrina católica, el limbo era un estado en el que permanecían las almas de los niños (y las niñas, diríamos hoy) que morían antes de recibir el bautismo. Así se resolvía desde tiempos de Agustín de Hipona la suerte de quienes no poseían el pasaporte a la beatitud eterna pero que a la vez no habían hecho nada que les mereciera el infierno. Sin embargo, ese estado nunca fue declarado dogma y el ex papa Ratzinger demolió ese espiritual recinto intermedio diciendo que la idea del limbo era una simple hipótesis. Por eso comencé diciendo que el limbo era, pues ya no es.  

Este introito seudoteológico se motiva en la obra Limbo Ezeiza. Rara conjugación de conceptos, pues el primero ya no es, pero aun cuando era, no refería a lugar ni tiempo alguno, en tanto que Ezeiza es un lugar y de inmediato nos refiere a un tiempo: el 20 de junio de 1973, día del regreso definitivo de Perón. Jornada que se imaginó gloriosa y terminó a los tiros, dejando un número de muertos que jamás sabremos y por los que ningún juez ni fiscal ni compañero se atrevió a molestar a la señora Justicia. Jornada que, así como el 17 de octubre es el Día de la Lealtad, debería conmemorarse, aunque prefiero no ponerle el título.

La ficción planteada por el dramaturgo y director Jorge Gómez sintetiza de manera irreverente ese peronismo final: un Perón con más astucia que prudencia (ese al que hoy hasta Mariano Grondona reivindica como “león herbívoro”, aunque nunca aclara quiénes fueron su pasto), un adulador, un sindicalista y una militante. Estos personajes alcanzan para pintar el nefasto paisaje de la lucha que, por merecer el reconocimiento de ser legítimos herederos de Perón, entablan la derecha delirante y criminal (con López Rega a la cabeza), los traidores que buscaban el sol en todas las veredas y las juventudes de izquierda que se fumaron el sueño de un casi octogenario revolucionario. Pero no se los expone para recrear sus acciones, sino que se los arroja como en un continuo de retorno y fin y resistencia y eternidad. Licencia absolutamente admisible porque, ya hemos dicho, se trata del limbo.

Así, como quien no quiere la cosa, estamos viendo el más allá de lo que ya no está, escuchando ecos de viejos sucesos que, ajenos al devenir del tiempo, nos sobrevuelan desde su no-lugar sin que podamos afirmar que están, que no están o que estuvieron. Es que el tono zumbón de esta pieza nos baja la guardia y se permite llenarnos de preguntas sin que le pidamos certezas como seguramente sí lo haríamos ante un ensayo o incluso ante un drama. Y en esas preguntas, lo queramos o no, se configurará un juicio. Un juicio que ahora, dado que el limbo no existe, es lógico que alcance a las figuras sagradas, a los que metieron miedo, a los que metieron bala y a los que metieron la mano en la lata. Porque esta es una ficción, pero el limbo de la inocencia también lo era. Que ya estamos grandes como para no querer abrir puertas de la historia.
Lucho Bordegaray 

La ficha artística y técnica y la información de las funciones de esta puesta de Limbo Ezeiza las encontrarás actualizadas en http://www.alternativateatral.com/obra27769-limbo-ezeiza

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