Curiosa la vida del libro como ejemplo este, Colección, que fueron robados del baúl del auto del escritor cuando comenzaba la distribución de los 300 ejemplares, que luego de años vio la vida en una republicación para poder entrar en contacto con sus lectores de una travesía que abarca no solo la poesía sino capítulos de vida en una adolescencia e infancia que llega con sus postales marcando un ritmo de ese allí entonces a este aquí ahora. Como una huella estampada en la arena húmeda, en el reino de lo que late en el centro de la habitación de lecturas que la poesía devuelve en aventuras compartida entre amigos cuando se pone en peligro la vida y se discute de Dios. Que los marcianos no nos acechen es el ruego, porque siempre hay un acecho, que hace saber del terror de vivir en alter egos sucesivos en un relato cambiante y también inmutable. Las luces agónicas y los fuegos dan un medio tono de atardecer viendo lo que reflejan los ojos en esos momentos del crepúsculo de almas en un vaivén de quietud y movimiento de constelaciones de sentidos que marcan el compás entre lo que sucede unificando los tiempos de reconocimiento para que el destello sea verdadero. Hay un verdadero dialogo entre el héroe y el común, una inteligencia de dos que se comunican en el texto en la simplicidad del encuentro. Se ponen en evidencias planos de conciencia supra-textuales, en cada palabra con una inmensidad de lo otro, eso que esta sub-lineal y emerge en el poema en una simultaneidad más allá del tiempo, en una experiencia del pensamiento testigo, vigilante en el ritmo de la lírica de la claridad entre lo racional y lo irracional. Gestos y sentimientos se aúnan en cada viraje de rumbo de lectura en lectura mostrando como es bello escribir sobre escrito- leído y soñado y con todo eso ser el constructor de una escritura propia que pasa por Robinson Crusoe, Búfalo Bill, Sawyer, Fierro, Amalia como besar la tierra de la que se parte sin despedirse y con esa impronta hacer obra, ser un corsario. Hay aquí un gusto por la vida, una forma de ternura, una estética susceptible de extraer las esencias, el sentido pleno, en la composición y creación de una modalidad performática a partir del gusto y placer de la lectura, como bienes de un pasado- futuro que conforman su eternidad en el presente. La variedad de personajes tomados tomo a tomo de esta colección que hizo carne y alma constituye un complejo, un bloque existencial de palabra que se llena y vacía en su propia comunicación, dando una vital unidad al libro que nos dice que estamos aquí para existir en una suave música de armonio. Hay una polifonía de compases interiores receptáculos de la colección de avatares de lo leído, soñado, imaginado ritmando tiempos y sitios que se encabalgan en mitad lector- mitad escritor, haciendo de su territorio existencial camino transindividual del desapego del yo, de la pasión y apego al clan. Registro de universos, faros, al mohicano, a la selva, a los ranqueles, al país en sombras, como líneas de sentido que se prolongan, que se potencian en un eterno retorno a lo naciente, en definitiva a una infancia que nunca se olvida.