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Entrevista a Daniela Fiore. Por Ileana Andrea Gómez Gavinoser

Directora de cine de animación, dibujante y documentalista argentina. Su cortometraje animado "Un oscuro día de injusticia";, en homenaje a Rodolfo Walsh, fue precandidato al Oscar hace algunos años

01.05.2025 13:00 |  Noticias DiaxDia  | 

¿Cuál fue tu primera atracción hacia el cine animado? ¿Tiene que ver con tu quehacer como dibujante?
D. F:
Creo que prácticamente desde que nací, inconscientemente fui absorbiendo información que después me llevó a elegir el camino del cine animado y el cine en general. Ya desde bebé fui a ver varias exposiciones de arte de un tío abuelo pintor, Juan Del Prete, y, según cuentan, me quedaba mirando las pinturas; él se sorprendía. Aunque mis padres no vienen de una veta artística, siempre me incentivaban a dibujar. Me mandaban a cursos, íbamos mucho al cine y al teatro.
Después, ya de más grande, en la tele consumí muchos dibujos animados de Hanna-Barbera: la Hormiga Atómica, Los Picapiedras, el Pulpo Manotas, el Lagarto Juancho... y más. Ni hablar de Tom y Jerry. Disfrutaba riéndome con todo.
Ya cuando empecé a leer, iba al Parque Centenario a comprar o canjear revistas de historietas: El Hombre Araña, y por supuesto Patoruzú, Patoruzito, Isidoro Cañones y Mafalda.
Cuando fui a ver “Ico, El Caballito Valiente” de García Ferré al cine, y vi que se podía hacer animación en Argentina, supe que quería hacer eso: dibujar. Así empecé, un poco autodidacta, copiando, haciendo talleres de dibujo y en mi adolescencia mandé un dibujo a un concurso del Show del Clío, donde quedé seleccionada con media beca para hacer un curso de animación. Pero en ese momento era costoso y mis viejos no tenían mucho trabajo, así que me quedé con las ganas y directamente aprendí trabajando cuando entré en Dibu 2.

¿Cuál fue tu formación artística en cine y qué maestros marcaron tu ruta?
D. F:
En cine me pasó algo parecido. Iba mucho al cine, era mi lugar preferido en el mundo, ya sea ir al cine o quedarme en casa viendo pelis. Veía de todo, sin una formación clara en cuanto a directores —alvo Spielberg y algo de cine italiano—. En mi casa se disfrutaba el cine, no se analizaba. Creo que de tanto ver, internamente una empieza a entender cómo funciona: el ritmo, las historias.
Después, ya en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, aprendí a analizar más en profundidad y desarrollé un gusto narrativo por ciertos géneros, como el suspenso, empezando por Hitchcock. Luego llegaron Tarantino, Polanski, Kubrick, Miyazaki (ya en animación), David Lynch, Luc Besson, Wes Anderson, Jean-Pierre Jeunet, Giuseppe Tornatore, Leonardo Favio, Visconti… y seguro me olvido de varios.
Lo que más me atrae de las películas es el ritmo con que se cuentan las historias. Me acuerdo que en la facultad, con Muerte en Venecia, me quedé impactada. Lo que transmiten las pausas... Creo que una va tomando cosas de distintos maestros, y así aprende a contar sus propias historias.



¿Qué significa ver tus dibujos en movimiento?
D. F:
Mucho esfuerzo, ¡jajaja! Más que mis dibujos, veo mis historias. Lo que quiero transmitir con los guiones. Es un placer ver en movimiento lo que empieza como una idea, como un texto.
Ni hablar si la gente lo ve, le gusta y lo disfruta. Ahí es donde se me caen las lágrimas. Me gusta ver a las personas cuando proyectamos un corto o un largo; creo que ahí es donde el esfuerzo rinde sus frutos.

¿Cuál es el quehacer de un animador y cuáles son tus premisas fundamentales a la hora de dibujar, animar y dirigir?
D. F:
Creo que la premisa fundamental a la hora de animar es entender que animar no es simplemente mover, sino hacer actuar a los personajes. Que tengan expresividad, que respiren, darles vida. Aunque trabajemos con animación limitada, es clave darles a las tomas el tiempo justo para que cada acción tenga su ritmo y personalidad. Después, claro, son horas “culo”, como decimos entre colegas: sentarse, tener paciencia y dibujar.
Para dirigir es parecido. La premisa es que la historia le llegue a quien la ve, que se transmitan emociones. Esa es la prioridad principal.



Contanos acerca de la génesis, desarrollo y producción de Un oscuro día de injusticia, cortometraje que se puede ver gratuitamente en la plataforma Cine.ar Play.
D. F:
Un oscuro día de injusticia nació porque todos los planetas se alinearon. Sin darnos cuenta, el grupo de personas que teníamos alrededor quería contar esa historia tan necesaria. La excusa fue presentar algo para participar del primer ANIMATE que realizaba el INCAA.
Justo Julio Azamor (co-director, gran artista y además mi pareja, jajaja) almorzó con su papá (tambien se llama Julio Azamor jajajja) y este le contó que tenía un relato de una o dos páginas que había publicado en la revista del Museo del Cine, sobre el último día en la vida de Rodolfo Walsh. Ahí nació todo. Lo leímos, y a los pocos días me junté con Julio Padre para hacer el guion. Lo escribimos en pocos días. Ya habíamos trabajado juntos en Imaginadores y nos entendemos muy bien para escribir. Desde la escritura buscamos que el relato tuviera elementos fantásticos y metafóricos que no estaban en el texto original, para que la historia ganara fuerza y para aprovechar el lenguaje de la animación en función de un hecho tan trágico.
El desarrollo fue posible gracias a haber ganado el premio de ANIMATE, que fue un gran incentivo. Aunque el premio no alcanzaba para cubrir todos los costos fue el disparador, igual tuvimos que hacer otros trabajos mientras lo realizábamos para subsistir. La producción tardó un año y medio. Lo hicimos con papel y tinta, una decisión estética que nos gustó, tanto como homenaje a la tinta de la escritura como por nuestro amor por lo artesanal.

¿Qué sentimientos te inspira el cine de animación y el cine en general? ¿Qué significó ver tu cortometraje en carrera a los Oscar?
D. F
: El cine de animación y el cine en general son para mí un escape, es imaginación, es emoción y sentimiento. Todo junto. Disfruto verlo y hacerlo. Ojalá las cosas mejoren y pueda tener más oportunidades de contar historias.
Que Un oscuro día de injusticia haya estado calificado para los Oscar nos abrió una ventana de difusión, nos hicieron muchas entrevistas y llego a proyectarse en un canal de aire, algo poco pensado en un cortometraje. Aunque después no quedamos seleccionados dentro de la terna, esa posibilidad que parecía inalcanzable fue real durante un rato y la disfrutamos muchísimo.
Desde que empecé a estudiar cine soñé con festivales que creía inalcanzables. Y llegamos.
Uno fue el Festival de La Habana, al que admiro profundamente. Aunque no pude estar para recibir el premio, fue un gran honor ganar. Lo mismo me pasó con los Cóndor de Plata, que son nuestros “Oscar” argentinos. Haber ganado como Mejor Cortometraje, compitiendo incluso con cortos de ficción, fue una grata sorpresa.
Igual no quiero ser injusta con todos los demás festivales que nos permitieron participar y premiaron nuestro trabajo. Cada reconocimiento es importantísimo. Es saber que tu trabajo tiene valor.



Dirigiste y creaste el documental Imaginadores, en homenaje a los grandes dibujantes de historieta argentinos. Contanos sobre su realización y producción.
D. F
: Hacer Imaginadores fue un desafío. Todo empezó con la idea de hacer un cortito documental para acompañar una muestra de cuadros que preparaba Julio Azamor. Los cuadros eran homenajes a personajes de historieta. Se me ocurrió entonces proyectar algunos testimonios de los historietistas en  esa muestra, y empecé a filmar muy precariamente: una cámara sencilla, trípode, micrófono y un par de luces.
Mi amigo Héctor Enríquez, que en ese momento tenía equipos de iluminación, me los prestó y vino a ayudar cuando pudo, así como otros amigos. Con ese material armé un corto para la muestra. Pero me encontré que tenía mucho más contenido del que podía incluir en el corto y faltaba mucho por registrar. Entonces decidimos convertirlo en un largo.
Fue difícil porque quise sumar animaciones de los personajes, y era mucho trabajo. Pero se sumaron amigos, y los propios historietistas estaban entusiasmados con ver a sus personajes en movimiento. La animación ayudó a estructurar el relato. Yo no quería una voz en off explicando; quería que el relato fluyera a través de las historias de cada entrevistado. El documental se estrenó en salas comerciales con el apoyo del INCAA. Su premiere fue en un cine lleno de dibujantes. Fue un momento inolvidable.

¿Cómo reuniste a esos maestros del dibujo argentino para hacer la película?
D. F
: Todo empezó con los contactos que Julio tenía de su época fanzinera. Para quienes no lo saben, un fanzine es una revista de historietas autogestiva, hecha con fotocopias. Julio había hecho Catzole, y de esa época conocía a varios autores. Empezamos con los conocidos y después fue el boca en boca y la generosidad de los dibujantes y guionistas que iban pasando contactos.
Lamentablemente no pude entrevistar a todos. Con Quino por ejemplo hablé por teléfono, pero le daba vergüenza aparecer. Maitena y muchos otros estaban en el exterior.
Conocí a personas increíbles detrás de las historietas. Su humildad me dio seguridad para seguir. El público tenía que conocer esas caras reales que creaban las maravillas de las historietas.

Justo estamos en vísperas del estreno de El Eternauta en formato de miniserie. ¿Qué representa este evento para el mundo del dibujo y para el cine argentino?
D. F
: Hay mucha expectativa. El Eternauta es una historieta que cuenta de manera maravillosa el sufrimiento de la dictadura argentina camuflado en una ficción. No sé si se va a respetar esa esencia, pero le tengo fe. Creo que Stagnaro está a la altura del desafío.
El cine, o en este caso Netflix (jajaja), va a ayudar a que quienes no leyeron El Eternauta o no saben quién fue Oesterheld se acerquen a esa obra tan importante.

También tenés un estudio propio de animación en el que trabajás y creás todo el tiempo. ¿Qué significa que las publicidades usen cada vez más animación en lo cotidiano y en la TV?
D. F
: Actualmente el estudio, como la animación en general, sufre las consecuencias devastadoras de la falta de apoyo a la cultura en este país, con este gobierno. El INCAA es una entidad fantasma. No produjo nada en todo el año, y los concursos que lanzó están congelados. Eso desde lo creativo.
Desde lo laboral, la publicidad cayó brutalmente. No somos competitivos frente al exterior: resultamos caros ahora. Las agencias ya no llaman. A eso sumemos la inteligencia artificial.
Las agencias la usan para abaratar costos, y ya no necesitan artistas como antes. Es tristísimo. Es una época dura, veremos si nos podemos reinventar o nos hundimos.

¿Quiénes conforman este equipo de animación?
D. F
: El estudio nació con Imaginadores. Yo había quedado embarazada y no quería volver a estar encerrada todo el día en una productora. El trato en algunos estudios de animación en los '90 fue muy malo. Esa es otra historia… después mejoró, pero ya estaba cansada.
En 2008, después de la película, surgió la idea de formar un estudio propio. Nos juntamos Julio Azamor, Alejandro Alba (quien fue clave en la postproducción del documental) y yo.
Desde entonces somos los tres los que llevamos el timón del estudio, siempre al pie del cañón. 
Según la magnitud de los proyectos, sumamos artistas amigos con quienes trabajamos seguido. Algunos nombres: Carolina Borovich, Denise Barberon, Mariano Del Franco, Sebastián Cantero, Sebastián Ramseg, Aleta Vidal, Pablo Rago, entre otros.
Hace un par de años hicimos una serie para Finlandia, con el equipo más grande que tuvimos hasta ahora.

¿Qué significa pertenecer a la Red Argentina de Mujeres de la Animación, conocida como RAMA?
D. F
: RAMA es un espacio de unión, de conocernos, de tirar para el mismo lado y apoyarnos mutuamente. De visibilizar a las mujeres que hay detrás de la animación. Primero entre nosotras y después hacia el mundo. Es importantísimo, especialmente en estos tiempos, mantenernos unidas. De las reuniones surgen amistades, alianzas, trabajos y se gestionan distintas acciones para conmemorar fechas y darle la importancia que se merecen.
RAMA es ser parte y es ahí donde todas nos sentimos acompañadas.

Por último: un pensamiento que resuma tu sentimiento sobre el cine, el dibujo y la animación.
D. F
: Amo lo que hago. Es mi motor y la razón por la que, aunque no haya trabajo, me siento todos los días frente a la computadora a hacer cosas. No podría imaginar mi vida sin el cine y la animación.
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