Olvidar la angustia o la causa de la angustia es beber de las aguas del Leteo que te lleva, porque todo transmuta. Porque el dolor es inevitable pero el sufrimiento opcional, y quien lo digiere lo comprende, es experiencia saldo literario, un deja vu de escribir y ponerle un punto a la muerte. Canta un solo corazón el del pintor sin talento, que ve en los cielos los colores. Alguien mueve en estos poemas el agua escrita, balbuceos y certezas, ángulos de la visión que transita un mundo de lluvias, pájaros, cosas dichas, algo que el poema no entiende como una doble escritura que relata en otra voz lo que acontece. Con destreza de escriba marca el tono a veces melancólico otras esperanzador, un observador en función.
Hay una lírica una canción antigua como consuelo en la melancólica vivencia del que transpone la ventana abre la puerta del tono, la melodía, el pulso de la naturaleza en el espacio que le toca: su pueblo, vestido con hojas amarilla de otoño o los ruidos que espantan a las aves hacen un repertorio del que atraviesa los años. Dos líneas que van en el cuerpo: miedo y angustia, estremecen el ente, inquietan, pasan por la ranura donde puede nacer algún poema, así la vida, cantando despierto en otro sueño una canción de la cuál no se es dueño, cosas del mundo que intentan ser captadas por los poemas se ríen de la estética, bordeando los espejos cerca del agua en el vago mirar. El espejo como ventana es un querer ver, no solo por ver sino para comprender. Y no ser la mirada atroz del ojo vacío, para no escribir el exceso de la primera persona. Recordar en decálogos las cosas para hacer por tal cosa, como aprendidas y sabidas, montando escenarios donde las manos se vuelven todo lo que tocan y sobre todo lo que no tocan, lo táctil del verso que se expande por todo el conjunto. Poesía desde las canciones que son olvidadas y se rescata aquí lo que ya no importa y es materia del poeta para reciclar anteriores atardeceres adorables por haber sido dejados y ahora ser utilizarlos para crear paisajes diferentes. En enumeraciones crecientes poema a poema se define un mundo porque no se pueden decir dos cosas a la vez. Un flujo de articulaciones de proposiciones y de la caotización construyen un complejo fonológico de palabra llena no vacía, no solo de transmisión de información sino comunicativa de ser a ser. Que nos dice que estamos aquí para existir no para cumplir. Así vamos entre estados del alma, en la voz interior que pinta los paisajes subjetivos del afuera con el adentro encontrados en ese universo del instante que prueba lo duro que es vivir. En esta procesualidad avanza el poemario en los distintos puntos de vista, mutantes, en una deconstrucción de códigos, recomponiendo materias de sensación enriqueciendo las formas y modalidades del ser. Las cosas flotan tan así en el mar de la mente y aparecen y desaparecen, un lápiz de tristeza se empecina en escribir el poema, en la infamia del tiempo que arremete contra los corazones. Que dice el poeta cuando dice su poema, allí un interrogarse en uno y en los otros lo esencial, lo que da vida, lo vital donde la luz detiene su envión allí en las finales partículas de los rayos moribundos. Hace recordar la frase donde está el peligro está también lo que cura.
Este libro explora las extrañas regiones donde la materia inmóvil de los sueños se dispara, y así disparados en el arco de la flecha vemos el panorama como un dron que sobrevuela los caminos, la probabilidades del amor y romance, forjando una ciudad más poética pero de nostalgia hostil. Para quien puede leer las tardes de una orilla y de otra para saber que al fin todo tendrá que ver con la poesía. Poemas que son fotos reveladas llenando el álbum de algo que se llama vida.
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