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Poco que decir de Pedro Donangelo, editorial Mora Barnacle. Por Pablo Queralt

15.10.2025 13:30 |  Noticias DiaxDia  | 

El sueño puede verse proyectado en la pared por la luz de la vela, las
sombras de lo imaginado, vivido, remanentes residuos del día afloran, alumbran
el interior del latido, lo que el alma guardó anocheciendo el despertar haciendo lo que se debe. Calvino aconsejaba describir las distintas formas a través de las variantes inclinaciones de la luz de la vela como una manera de conocimiento, la vida y la poesía andan allí en las imágenes capturadas, nos muestran las esencias, lo que no se ve a simple vista, es un ir al centro abandonado de la mirada y soltar los sentidos que guían el buen andar, el camino correcto, entre los puntos de quiebre y los luminosos que orientan la ilusión. Como en una escuela de cine en busca de lo fragmentado lo que apenas asoma, esa búsqueda estética y de camino que lleva a la revelación de lo secreto, un territorio existencial que hace una tierra natal, donde nacen las certezas posibles que se encabalgan unas a otras creando entidades de máquina y flujo entre la exterioridad y la interioridad, marcando el ritmo de los compases interiores, un trueque de fichas entre lo que se ve y se siente, en esa interacción marcha el poemario: encontrar el sentido y detalle de las cosas. Lo que asoma, amanece en líneas de la naturaleza de la página y la película, es materia de introspección y observación del poeta en su mundo, en el mundo. Las líneas también que filtra la luz, el origen de lo desconocido, lo callado, lo que siega el sueño, la pasión, las palabras “el amor fugaz estalla los circuitos” donde las cosas se desordenan y las advertencias como de una canilla mal cerrada gotean. Hay un ir y venir entre pensamiento y sentimiento sobrevolando las escenas y los personajes del suceder de versos, como una mecánica entre el orden y el desorden marcando un estado. Y en ese oscilar va la potencialidad de la tensión en los acontecimientos y los puntos de vista marcando la identidad propia de la intensidad creadora. Los verdes, la cancha de golf, la arboleda, el coro de los loros, la hora de la telenovela, ruido y silencio son escenarios donde se despliega la acción, en lo que se revela, precipita, el ring, el movimiento perpetuo, la opulencia de la luz. Zonas de iluminación y sombras enaltecen el poemario con sus significantes, y las estrellas que separan el recuerdo, lo rememorado de lo que se vive y sobrevive. El rosedal. El bajo Belgrano, una fisonomía en “la mirada deshabitada” en “el resto de uno” la vida que vive la mente. Un conversatorio con uno mismo y el lector, el devenir, el pronosticador como un oráculo del tiempo a vivir, una ilusión, el moverse de lo inmóvil haciendo el presente. Nosotros los invitados entre vestigios de constelaciones, un L4 L5 lumbar atormenta el alma y el cuerpo porque el compuesto sustancial se revela ante los tormentos, el pinzamiento, las vicisitudes, la vida con sus diversas circunstancias, pasan de la angustia, del temor al soma y hacen cuerpo allí el dolor, su conjunción estelar, su punto de fuga. Un travelling que solo finaliza cuando la luz apaga al cuarto y desaparece en los últimos intersticios. En esta cuadricula de vida nunca una puerta, días y días como versos que no circulan, poco reflejan, solo ensordecen, reflejo del habitat que todos habitamos, una luz que acompaña: la del rosedal, la del cine? Desde el primer aliento, el gran abismo queremos solo ver el cielo completo, es ese el verso que escribe y que no se anima, más allá del ejercicio de la memoria que vuelve con su ritornelo. Un mirar por la ventanilla del último fervor, donde las pasiones transforman pobrezas en riquezas, lo imprevisible, lo intangible entre luz y oscuridad.

Una taza

desde el otro día que la taza permanece
delante de un portarretrato,
banda de colores, genuina loza de oferta,
el borde quizás pringoso y el interior manchado,
sorbos con fruición en la dádiva de un día casi igual.
La sobreviviente a mis torpezas, con destornilladores y letras,
en particular con los utensilios de la mesa,
oculta parte de la foto de los novios
en el patio andaluz del Rosedal, unos años antes que yo,
más de un lustro antes que la taza
obstinada en colorear el gris de los últimos recuerdos.
Llevo una vida tranquila
pero a veces los engranajes no funcionan bien.
¿oye el chirrido la fl or altiva del patio andaluz?
¿se oye en los millones de estrellas que nos separan?
Días que persisto aquí, delante de una foto sepia,
para calmar distancias, arrimado en una taza

Abrupto de murga

no acarreo otro bagaje que este mirar por la ventanilla.
Busco mi destino en un solo sentido, literal y geográfico.
Las calles retroceden,
acierto mejor si digo que el colectivo avanza.
Las calles retroceden y piensan por mí,
desaceleran su huida cerca de la curva del lago de Palermo.
Un ensayo de repiqueteo se oye
alto
y más alto, pico del último fervor,
pausa o silencio,
abrupto de murga al atardecer.

Luz de Rembrandt

reflejo de tu cuerpo sometido a la luz que una lámpara esparce
en la pantalla del televisor apagado.
“reflejo de tu cuerpo”
y conjuro la rima:
tu cuerpo reflejado/apagado
porque no hablamos salvo lo imprescindible,
tumbados en una jaula de memorias,
contemplando
la opulencia de la luz.

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